En un reciente artículo, los ecólogos Wright y Muller-Landau ponen en duda que la deforestación de las selvas tropicales vaya a provocar una masiva extinción de especies, lo que ha generado un arduo debate en el seno de la comunidad científica.
La mitad de las grandes selvas tropicales ha sido desbrozada. Las últimas fronteras del mundo se han esfumado. Especies de plantas y animales desaparecen cien o más veces más rápidamente que antes de la aparición de la humanidad y cuanto termine este siglo pueden haberse extinguido la mitad de ellas. Al iniciarse el tercer milenio se está acercando un Armagedón. Pero no es la guerra cósmica y el ardiente hundimiento de la humanidad que se vaticina en las sagradas escrituras. Se trata de la destrucción del planeta por una humanidad profusamente abundante e ingeniosa.”
La prosa incisiva del naturalista Edward O. Wilson nos advierte, en términos apocalípticos, del sombrío futuro que aguarda a nuestro planeta; un futuro en el que la mitad de nuestra rica biodiversidad puede haber desaparecido, consecuencia directa de la deforestación de las selvas tropicales. Es lo que se ha dado en llamar la “sexta extinción”.
¿Y por qué la sexta precisamente? El registro fósil muestra a grandes rasgos un aumento en el número de especies a lo largo de la historia del planeta, aunque esta línea se asemeja más al borde de una sierra dentada que al suave perfil de una colina. De todos los altibajos que jalonan la gráfica, hay cinco en los que este descenso está más marcado, lo que nos lleva a hablar de cinco grandes periodos de extinción, como la que terminó con los dinosaurios a finales del Cretácico, o la que eliminó a más del 90% de las especies existentes hace unos 250 millones de años, a finales del Pérmico.
Para la mayoría de los ecólogos no hay la menor duda de que en la actualidad estamos inmersos en esa sexta extinción. De acuerdo nuevamente con el registro fósil, durante los periodos de evolución normal desaparece una especie cada cuatro años. Hoy en día esta cifra es muy superior y se ajusta a una escala de magnitud comparable a la producida en las cinco grandes crisis biológicas anteriores. En base a tales datos, Wilson y otros muchos ecólogos predicen la desaparición de la mitad de las especies a lo largo de este siglo. Y, si bien no es un fenómeno nuevo, puesto que sus orígenes se remontan a 100.000 años atrás, cuando nuestros antepasados empezaron a abandonar la cálida tierra africana para enseñorearse del resto de los continentes, es en nuestros días cuando parece acarrear efectos devastadores.
Respuestas de los lectores al reto del mes de marzo
El pasado mes de marzo cuestionábamos la certeza de la paradoja del enriquecimiento, según la cual cuando aumenta el número de productores un sistema ecológico se vuelve más inestable.
Alberto Rincón Herranz (
magilmar@eresmas.com) puntualiza: “Creo que para hacer modelos ambientales hay que tener unos conocimientos de la herramienta matemática bastante importantes. Así ocurre con los modelos matemáticos que se usan en meteorología, ya que los físicos sí disponen de esos conocimientos. Los ecólogos, biólogos y geólogos carecen, en general, de dicho instrumental matemático y generalmente utilizan modelos empleados en ciencias económicas, donde las relaciones se parecen a las que existen en la naturaleza. Quizá deberían diseñar modelos independientes y más concretos, dirigidos a su ámbito de aplicación.”
Y como receta propone: “Es posible que si no se consigue tener un dominio suficiente del instrumento matemático, deban hacerse grupos multidisciplinares entre matemáticos y ecólogos que permitan sofisticarlos aún más.”