Tribuna
Piedras contra nuestro propio tejado
Texto y foto: Roberto Hartasánchez
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El autor, desde la perspectiva de más de veinte años de trabajo en apoyo del oso pardo, indiscutible emblema de la fauna ibérica, y al frente de una ONG tan activa e influyente como el Fapas, lamenta que el enfrentamiento y la radicalización en el mundo conservacionista esté bloqueando hoy en día muchas iniciativas en beneficio de nuestras especies amenazadas.
Cuando en 1985 comenzamos a trabajar por la conservación del oso pardo, la relación de factores que condicionaban la supervivencia de la especie nos parecían infranqueables. El más importante era la ignorancia que la sociedad tenía de los valores naturales y muy en especial de la fauna silvestre. Los osos eran grandes desconocidos y la inmensa mayoría de los ciudadanos ni sabía que vivieran en España.
Los furtivos aplicaban a rajatabla una presión indecente que exterminaba los pocos ejemplares que habían conseguido sobrevivir en las montañas, ante la pasividad de una Administración que durante años se había escudado en unas normas protectoras escritas en un papel y olvidadas en un cajón.
No ha sido fácil dar la vuelta a la tortilla en veinticinco años a una situación que parecía irremediablemente abocada a la extinción de una especie tan emblemática y biológicamente importante.
Ahora, la sociedad ha alcanzado un grado de desarrollo que le permite valorar la importancia de sostener no ya solo al oso, sino al conjunto de valores naturales que forman la diversidad biológica de este país. La caza furtiva ha pasado de ser una actividad de prestigio para situarse en el papel que le corresponde, junto a la delincuencia. Y las administraciones públicas han creado todo un ejército de estamentos de protección, físicos y jurídicos, que garantizan algo que la sociedad reclama: conservar la naturaleza.