SOSTENIBILIDAD VERSUS PRODUCTIVISMO
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El pasado 14 de abril, Elena Espinosa, titular en la anterior legislatura de un ministerio de corte productivista como fue el de Agricultura, Pesca y Alimentación, pasó a ser la nueva ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Su objetivo es gestionar el territorio y el mar según “una idea de crecimiento basada en el desarrollo sostenible de nuestros recursos”, declaró en el discurso de investidura.
Dos días después, las ONG ecologistas españolas convocaron a los periodistas en la sede en Madrid de Greenpeace para transmitir su desconfianza en que el nuevo ministerio vaya a abanderar un verdadero avance hacia la sostenibilidad. Lo que en realidad temen es justo lo contrario, que las competencias de agua, costas y biodiversidad arrancadas al anterior Ministerio de Medio Ambiente pasen ahora a las mismas manos –y con los mismos modos– que tuvieron las agricultura, ganadería y pesca.
En los próximos meses podremos comprobar el rumbo que toma el nuevo ministerio. Se pasa página a unos años en los que Cristina Narbona, recordada ya por las ONG ecologistas como la mejor ministra de Medio Ambiente que ha tenido España, abrió una etapa de diálogo social sin precedentes y promovió una producción legislativa muy abundante. Y quedan de momento descartadas propuestas tan seductoras, con las que llegó a coquetear el entorno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, como la de crear una vicepresidencia de sostenibilidad.
La política hidrológica, que enfrentó a muerte a los dos ministerios ahora refundidos, puede darnos la pista. Narbona apostó por esa nueva cultura que aboga por gestionar el agua como lo que es, un recurso natural limitado y escaso, con decisiones tan difíciles como la de descartar el trasvase del Ebro. Pero se encontró precisamente con la oposición de grupos de presión tan influyentes como el agrario, nada partidario de renunciar a embalses y trasvases, a tocar el precio del agua, a atajar las extracciones ilegales de aguas subterráneas y, por supuesto, a meter mano a regadíos derrochadores o sobredimensionados.
Otra piedra de toque va a ser la conservación. No olvidemos que los jefes de Estado de la Unión Europea (EU) firmaron en junio de 2001, en Gotemburgo (Suecia) el compromiso de detener la pérdida de biodiversidad antes de 2010. Da la casualidad de que la presidencia de la UE en el primer semestre de ese año corresponderá a España. Pues bien, en el organigrama del nuevo ministerio la Dirección General de Biodiversidad es ahora una trasnochada Dirección General de Medio Natural y Política Forestal, híbrido que nos recuerda demasiado al Icona de hace décadas.
Uno de los primero actos de la nueva ministra fue la presentación el pasado 6 de mayo, en el Parque Nacional de Cabañeros, de la primera webcam que se instala en un nido de águila imperial. Un detalle de Elena Salgado hacia nuestra vida silvestre amenazada que hay que reconocerle. Pero no es sólo cuestión de gestos. En ese mismo evento se dieron a conocer las obras de un centro de interpretación de ese parque que costará casi diez millones de euros, muy por encima de lo que contará en los próximos años la mayoría de nuestras especies en peligro más emblemáticas.
Mientras deshojamos la margarita de la sostenibilidad del Gobierno entrante, recibimos estos días en la Redacción de Quercus, con una sonrisa de escepticismo, los primeros comunicados del nuevo Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Entre ellos, uno sobre el Foro Mundial del Vino, en Logroño, y otro sobre el consumo de cerveza en España en 2007. Desde luego, algo está cambiando, confiemos en que para bien.