El galápago europeo en la Comunidad de Madrid

El galápago europeo (Emys orbicularis) es uno de los vertebrados más amenazados de la Comunidad de Madrid, donde está catalogado legalmente como “En peligro de extinción”. La distribución mundial de la especie va desde el norte del Atlas central hasta el suroeste de Asia y abarca gran parte de Europa. En toda esta área presenta los mismos problemas: fragmentación de las poblaciones y declive más o menos patente.

En España contrasta el precario estado de conservación del galápago europeo con el del galápago leproso (Mauremys leprosa), con poblaciones estables. En la Comunidad de Madrid carecíamos de información posterior a la publicación del atlas regional de anfibios y reptiles de Mario García-París –y otros autores– a finales de los años ochenta, donde la especie ya aparecía con densidades muy bajas y pocas poblaciones.

Desde 2000 venimos trabajando para conocer la situación del galápago leproso en esta comunidad autónoma, con el respaldo de la Asociación Herpetológica Española y la financiación de la Consejería de Medio Ambiente de Madrid. Hemos contado con la ayuda inestimable del Cuerpo de Agentes Forestales de la Comunidad de Madrid y de varios naturalistas voluntarios (ver agradecimientos). También ha colaborado el Grupo para la Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa), con sede en Majadahonda (Madrid), que ha aportado información importante obtenida de los galápagos europeos alojados en su hospital de fauna. El objetivo del estudio, que ha conllevado el radio-seguimiento de ejemplares, es la aprobación de un Plan de Recuperación para la especie en la Comunidad de Madrid.

Actualmente estamos en condiciones de aventurar un censo de entre 350 y 700 animales adultos en toda la región, repartidos en cuatro núcleos reproductores sin conexión entre sí. El galápago europeo se ha mantenido en estos enclaves partiendo de una distribución más amplia, ya que los datos que manejamos nos permiten deducir una densidad mucho mayor años atrás.

No hemos encontrado ninguna comunicación entre los núcleos reproductores madrileños, lo que indica que han quedado aislados y sometidos a fenómenos de consanguinidad, además del riesgo de que un desastre –un incendio, un vertido tóxico– pueda acabar con toda la subpoblación afectada. Estos núcleos funcionan como fuente de animales jóvenes que inician movimientos de dispersión, pero sin lograr encontrar donde asentarse. Sabemos que estos animales sobrantes aprovechan ríos y arroyos para dispersarse. Pero necesitan dar con charcas y lagunas en las que establecerse.

Además de esas cuatro subpoblaciones, nos encontramos con un número indeterminado, pero pequeño, de animales errantes o solitarios en otros enclaves que no han podido formar núcleos reproductores. Hemos seguido durante más de diez años a uno de ellos, un macho adulto, en una población de galápagos leprosos donde no hemos encontrado ninguna hembra de su propia especie. Y allí sigue, esperando que llegue su media naranja.