¿Señales de estatus, conducta de emparejamiento o mera curiosidad?
Flores, plantas y plumas en los nidos de estornino negro
Texto y fotos: Vicente Polo y José Pablo Veiga.
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El estornino negro, nuestro tordo, es un ave sedentaria de vuelo tenaz y aspecto discreto, a la vez que una potencial fuente de conflictos cuando sus poblaciones aumentan demasiado en entornos humanizados. Este pájaro esconde, sin embargo, verdaderos tesoros en su conducta y comprenderlos nos permitiría explicar aspectos clave de la historia evolutiva de la familia Sturnidae y de otros grupos próximos. El tiempo –y el trabajo, naturalmente– dará o quitará razones a esta pretenciosa aseveración. Las siguientes líneas son pinceladas de una década de trabajo de campo con esta fascinante ave.
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El estornino negro (Sturnus unicolor) es una especie común en la península Ibérica que cuenta además con algunos efectivos repartidos por el norte de África y unas pocas islas mediterráneas. Sus poblaciones están en franca expansión hacia el norte y ahora aparece como reproductor habitual en regiones como Cantabria, Asturias, el País Vasco o Cataluña, donde apenas criaba hace una década. Por otra parte, cada vez son más las zonas de contacto e hibridación con su pariente próximo, el estornino pinto centroeuropeo (Sturnus vulgaris), con el que llega a formar grandes bandos mixtos durante el invierno y con el que comparte muchos rasgos de conducta. Ambos estorninos son genéticamente tan similares que, a decir de algunos expertos, pueden ser vistos como una súper-especie de estornino europeo (1). Una de las pocas cosas que diferencian a ambos estorninos son sus movimientos dispersivos: mientras que el pinto es un migrante habitual, el negro es sedentario y muy querencioso de sus zonas natales (muy filopátrico). Nuestras recientes observaciones permiten afirmar que los reproductores, sobre todo los machos, apenas se alejan unos kilómetros de sus nidos, incluso durante el restrictivo periodo invernal.
Los machos son levemente mayores que las hembras y tienen una librea más oscura y brillante, con las plumas del cuello más alargadas, rasgos que utilizan en la fase de cortejo. Son poligínicos facultativos, lo que significa que tienden a emparejarse simultáneamente con varias hembras. Que tiendan a hacerlo no quiere decir que lo consigan y una gran parte de los machos reproductores tiene que contentarse con atender a una única hembra. La alta competencia por el acceso a las hembras hace que un gran número de machos no consiga reproducirse por primera vez hasta su segundo o tercer año de vida, mientras que la mayoría de las hembras, al no encontrarse con esta restricción, comienzan a hacerlo desde su primer año.
Nidifican de abril a mediados de julio en cavidades naturales y huecos abandonados por otros animales. Durante la fase reproductiva, tanto los machos como las hembras defienden férreamente territorios cercanos a los lugares de cría ante competidores de su mismo género. Sin embargo, como la versatilidad es una de sus características más marcadas, pueden dejar de lado las desavenencias para aprovechar las oquedades generadas en las construcciones abandonadas por el hombre, donde llegan a criar en altas densidades como si de un ave colonial se tratara (2).