Argán / ecología y etnobotánica en Marruecos. El sobrepastoreo y la demanda de madera amenazan a este árbol notable
Argán: el último guerrero del desierto
Por José Antonio López Sáez
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Quien haya viajado por el suroeste de Marruecos quizá haya tenido la oportunidad de tropezarse con una escena pintoresca: un grupo de cabras encaramadas a las ramas de un árbol, atraídas por sus hojas y frutos. Pues bien, ese árbol seguramente sería un argán, base de la economía local. Aparte de su aprovechamiento ganadero, el producto más apreciado y costoso del argán es el aceite de semillas, una auténtica panacea por sus aplicaciones culinarias, cosméticas y medicinales.
Endémica de los valles y montañas del suroeste de Marruecos, el argán (Argania spinosa) es una especie vegetal centenaria que aúna un gran interés etnográfico y ambiental. Los pueblos nativos bereberes han recolectado desde antaño sus semillas para extraer un aceite muy peculiar, enormemente nutritivo y con abundantes aplicaciones. En cuanto a las hojas y ramas, han servido de alimento al ganado doméstico y también como combustible (1). Es, por tanto, un árbol con múltiples facetas y aplicaciones, las cuales se incrementan si tenemos en cuenta los hábitats inhóspitos en los que vive, tanto respecto al clima como en lo que se refiere al suelo. En este sentido, el argán juega un papel evidente para frenar y evitar la desertificación de la zona previa al desierto del Sahara. Más de tres millones de personas encuentran en el argán su única fuente de riqueza y son precisamente las que viven en zonas rurales deprimidas y sometidas al avance continuo del desierto.
Los primeros en mencionar la existencia de este árbol memorable fueron los geógrafos y eruditos árabes Ali Ibn Radhom, El Bekri y El Idrissi, quienes documentaron el uso de sus frutos entre los siglos X y XII. Poco después, ya en el siglo XIII, el célebre médico egipcio Ibn Elbayther se refirió por primera vez a la importancia alimenticia del aceite de argán. En el siglo XVI, el geógrafo hispanoárabe León el Africano, natural de Granada, hizo mención de este árbol densamente espinoso, así como de su fruto, en el curso de sus viajes por África e indicó que crece copiosamente en los bosques de Essaouira. Pero fue Linneo quien bautizó científicamente al argán en 1737 con el nombre de Sideroxylon spinosum, en alusión a su dura madera y a la profusión de espinas. Más tarde, dado ya a conocer, otros eminentes botánicos como Host, Schousboe, Correa de Serra, De Candolle, el vizconde francés De Noé o Engler lo describieron para la ciencia y lo rebautizaron.