Protagonista destacado de la farmacopea natural
Copaíba: árbol milagroso de la selva amazónica
Por Cristina Herrero, Carmen García y Miguel A. Casado
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Aparte de la madera, valorada tanto en construcción como en carpintería, el producto más importante que se extrae de las copaíbas es una oleorresina de reconocidas propiedades medicinales. Este género de árboles tropicales se muestra reacio al cultivo y, por lo tanto, su aceite debe considerarse como un recurso natural y altamente impredecible, lo que incrementa su precio. Pero, explotado de forma racional, es una considerable fuente de ingresos para las pequeñas poblaciones locales que habitan en la Amazonia brasileña.
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Es célebre la enorme diversidad asociada a los ecosistemas tropicales y también el grandísimo potencial que encierran para la industria farmacéutica, lo que a menudo se utiliza como argumento para conservarlos. Sin embargo, aún desconocemos infinidad de especies animales y vegetales, muchas de las cuales podrían tener una aplicación práctica para el hombre y que, sin embargo, se están extinguiendo a medida que desaparecen estos bosques. Las propuestas más recientes para frenar la deforestación apuestan por valorar económicamente las selvas tropicales, de manera que conservarlas sea más rentable que apostar por otros usos alternativos del suelo. En esta línea, numerosas organizaciones de conservación y desarrollo promueven el comercio de productos forestales no madereros, dado que las poblaciones locales pueden beneficiarse de los mejores precios que ofrece el mercado “verde” y “justo”, al tiempo que garantiza la propia conservación de los bosques. Entre estos productos se encuentra el aceite de copaíba, que es en realidad una oleorresina, una mezcla de aceite y resina.
Las especies conocidas popularmente como copaíba, copaibera o pau d’óleo son árboles y arbustos del género Copaifera, pertenecientes a la gran familia de las Leguminosas. Este género se distribuye por América central y meridional, África y probablemente también por Asia. De las 28 especies descritas, 16 se encuentran en la cuenca amazónica, donde la mayoría ocupa el dosel superior del estrato arbóreo y alcanza los 40 metros de altura. Son árboles de crecimiento lento que pueden vivir hasta 400 años.
Su reproducción es predominantemente alógama (el polen que fecunda una flor proviene de otra distinta, ya sea de la misma planta o de un pie diferente) y sus principales polinizadores son las abejas. Ni la floración ni la fructificación tienen lugar todos los años, ni tampoco son eventos sincronizados en todos los individuos. La mayoría de las semillas germinan rápidamente bajo el árbol madre, de manera que la distribución agregada de los individuos favorece la intensa depredación de frutos y plántulas en la época de diseminación. Tanto es así que, entre los pobladores del bosque amazónico, la copaíba es muy valorada como árbol donde aguardar la caza. Los cazadores, cuando ven que uno de estos árboles está diseminando, colocan una hamaca a cierta altura y pasan la noche despiertos, a la espera de sorprender alguna pieza. Los animales, atraídos por el olor de los frutos, se aproximan al árbol para comerlos y quizá también para ponerse a tiro de un cazador al acecho.
Las plántulas recién germinadas necesitan luz para crecer y desarrollarse. Esto hace que, en el ambiente umbrío de la selva amazónica, de los miles de frutos germinados sólo unos pocos consigan sobrevivir y normalmente a causa de eventos fortuitos, como la caída natural de árboles o ramas, capaces de abrir claros que dejen pasar la luz del sol. Todo ello contribuye a que la copaíba, como la mayor parte de los árboles tropicales, se presente en densidades de población muy bajas, de menos de 0’4 individuos por hectárea.