Batallones: un tesoro paleontológico en el sur de Madrid

Hace nueve millones de años, el paisaje de Madrid, formado por grandes llanuras salpicadas de bosques de ribera, estaba habitado por una fauna de grandes mamíferos completamente distinta a la actual. Manadas de caballos de tres dedos y antílopes compartían el espacio con jiráfidos de cuello corto y llamativos apéndices craneales, con mastodontes de cuatro defensas y con varias especies de rinocerontes.

Esta comunidad de grandes herbívoros, que podría competir en espectacularidad con la que puebla hoy en día las grandes reservas de vida salvaje del África oriental, servía de alimento a un conjunto de depredadores entre los que destacaban los félidos de grandes caninos comprimidos, los llamados tigres dientes de sable.
¿Qué nos ha quedado de estos lejanos ecosistemas? Para contestar a esa pregunta debemos echar un vistazo a una pequeña población del sur de la Comunidad de Madrid, Torrejón de Velasco, y a un pelado cerro de su término municipal: Batallones.

Con una altura de unos setecientos metros, es un cabezo en el que las litologías (formaciones rocosas) duras que forman los resaltes consisten en calizas silificadas, tal como ocurre en otros cerros madrileños, como los de Almodóvar, Telégrafo y Los Ángeles. Todas estas elevaciones se conocen como cerros testigos, remanentes de la colmatación que tuvo lugar a lo largo del Mioceno, a medida que los sedimentos fruto de la erosión de las tierras altas circundantes se acumulaban en el fondo de un gran valle sin salida al exterior, lo que se conoce como una cuenca endorreica.