¿Cómo van los espacios naturales protegidos? ¿Suben o bajan? Por suerte o por desgracia, la naturaleza es más complicada que las cotizaciones bursátiles y no hay una única gráfica que informe de un vistazo sobre su situación. Es preciso considerar varios factores y tener en cuenta variables de distinta índole. De ahí la importancia de contar con indicadores significativos que nos informen de las múltiples facetas de una realidad –la eficacia en la conservación de la naturaleza– necesariamente compleja. Aceptando esa complejidad, ¿cuál es entonces la situación?
Según el reciente informe publicado por el Secretariado del Convenio de Diversidad Biológica sobre el estado de la biodiversidad en el mundo, sólo hay un indicador claro con tendencia positiva, precisamente el número y la superficie de las áreas protegidas. Dato poco alentador si se observa que el resto de los indicadores muestran una tendencia neutra o negativa. Todos los indicadores relacionados con los componentes de la diversidad biológica y con los procesos ecológicos acusan tendencias negativas, por citar algunos: superficie de los distintos ecosistemas, distribución y abundancia de determinadas especies, situación de los taxones amenazados, fragmentación de los ecosistemas, deposición de nitrógeno y huella ecológica. Lo mismo se aprecia en los indicadores de diversidad genética de animales domésticos y plantas cultivadas, así como en los conocimientos y las prácticas tradicionales.
Este panorama nos lleva necesariamente a reflexionar sobre cuál es la contribución real de declarar áreas protegidas para la conservación de la biodiversidad y el bienestar humano. Hagamos un ejercicio a partir de la información recogida en el Anuario 2009 del estado de los espacios naturales protegidos en España, último informe publicado por EUROPARC-España (disponible en
http://www.redeuroparc.org/publicaciones/Anuario2009.pdf).
¿Cuánto territorio está protegido en España?En comparación con décadas anteriores, la tasa de declaración de espacios naturales protegidos se ha ralentizado sensiblemente. En el periodo 2008-2009 se han declarado cerca de cien nuevos espacios, aunque la gran mayoría son de pequeño tamaño (menos de 1.000 hectáreas), que añaden 135.000 hectáreas a los 6’1 millones ya protegidas. Se alcanza así el 12’1% de superficie terrestre sometido a alguna figura de protección. Si incluimos además los espacios de la Red Natura 2000, superamos los 14 millones de hectáreas, el 28% del territorio, cifras que sitúan a España como el país que más superficie aporta a la red europea.
No podemos decir lo mismo respecto a la protección del medio marino, una asignatura pendiente no sólo en España. La Ley 42/2007 de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad incluyó, por primera vez, las áreas marinas protegidas como figura genérica para la protección de mares y océanos, aunque hasta la fecha no se ha declarado formalmente ninguna. Anteriormente, al amparo de la Ley 3/2001 de Pesca Marítima del Estado, se declararon diez reservas marinas de interés pesquero, cuyo principal objetivo es garantizar la explotación de los recursos y evitar la pesca abusiva. En conjunto, las reservas de pesca suponen 102.350 hectáreas, de las que más de 11.000 son reserva integral, es decir, donde la única actividad permitida es el estudio científico. Todas las reservas de pesca se han propuesto como lugares de interés comunitario dentro de la Red Natura 2000. Aún así, la protección marina no llega al 1% de las aguas bajo jurisdicción nacional.
De acuerdo con estos datos, el Estado español cumpliría con el objetivo internacional formulado en el Convenio de Diversidad Biológica y asumido en los Objetivos de Desarrollo del Milenio de proteger un 10% de los ecosistemas terrestres (Cuadro 1). El compromiso de proteger el 10% de los ecosistemas marinos en 2012 requerirá mucho esfuerzo en muy poco tiempo. En todo caso, el número y la extensión de las áreas protegidas son simples indicadores de una realidad más compleja, como veremos a continuación.