El cultivo mundial más importante después de los cereales
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Piña o racimo de plátanos de Musa x paradisiaca, híbrido de las dos especies silvestres, Musa acuminata y Musa balbisiana, de las que proceden todas las plataneras cultivadas (foto: D. Martín-Socas). |
Historia natural de los plátanos y las bananas
Por José Antonio López Sáez y Josué Pérez Soto
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Los plátanos y las bananas que se cultivan en muchos países de clima tropical proceden de dos especies silvestres del género Musa que habitan en el Sureste Asiático: el plátano malayo y el plátano macho. A partir de ellas se han obtenido más de un millar de híbridos, razas o cultivares de agradable sabor y alto valor nutritivo. Otras plataneras se han utilizado como plantas ornamentales, proporcionan fibra o tintes naturales, materiales de construcción e incluso remedios en medicina tradicional.
Las especies del género Musa son muy conocidas por la importancia económica que han adquirido las bananas y los plátanos, especialmente en aquellos países tropicales en vías de desarrollo donde constituyen uno de los alimentos básicos de subsistencia. La producción mundial de estos frutos se estima en unos 100 millones de toneladas anuales, siendo el cuarto cultivo en importancia después del arroz, el trigo y el maíz. Millones de pequeños agricultores de África, el Sureste Asiático y Latinoamérica lo cultivan para autoabastecimiento o para venderlos en los mercados locales, aunque la producción industrial corresponde actualmente a los trópicos y subtrópicos de Asia, América, África y Australia.
Aunque a menudo se confunde a las plataneras con árboles, son plantas herbáceas monocotiledóneas y perennes de talla gigantesca, pues pueden alcanzar entre los dos y los nueve metros de altura. Tienen un pseudotallo o falso tronco (a veces incluso leñoso) que está formado por las vainas foliares que se superponen muy apretadas y en disposición espiral. El tallo verdadero es rizomatoso, superficial o subterráneo, y de él nacen unas hojas largas, simples y enteras, de gran valor ornamental, ya que llegan a desplegarse hasta tres metros. Las flores se disponen en inflorescencias grandes y péndulas, en espiga o panícula, y pueden ser tanto hermafroditas como unisexuales, aunque siempre están acompañadas de brácteas a menudo coloreadas. Las flores femeninas se disponen en las primeras hileras y las masculinas en la superior. Los frutos son falsas bayas o cápsulas. Todas las especies son capaces de reproducirse vegetativamente a partir del rizoma, el cual da lugar a retoños clónicos que sustituyen a la planta madre una vez muerta tras la fructificación y que son genéticamente idénticos a ella. En estos casos, al no existir reproducción sexual, los frutos son partenocárpicos (no proceden de una fecundación previa), por lo que o bien no tienen semillas o éstas son estériles. Fue precisamente esta capacidad de reproducirse de forma asexual la que facilitó su domesticación y cultivo.
Las flores masculinas y femeninas son nectaríferas, lo cual, junto con su polen pegajoso, sugiere la existencia de polinización animal en las especies silvestres. Las características de las inflorescencias, con flores y frutos péndulos que se dirigen hacia arriba como en un acto reflejo, indica una adaptación a la polinización por murciélagos. En este sentido también abundan rasgos como la apertura nocturna de las flores y su olor típico, la accesibilidad al néctar y los colores apagados de las flores, expuestas libremente entre las hojas. Algunas especies de abejas y aves nectarívoras también pueden actuar como polinizadoras de Musa, mientras visitan las flores durante el día. E incluso un marsupial, el petauro del azúcar (Petaurus breviceps), ha jugado algún papel como polinizador.
Los frutos tienen un aroma y un sabor muy agradables, además de unas excelentes cualidades nutritivas gracias a su alto contenido en potasio y magnesio, que previenen los problemas musculares, además de hierro, fósforo y zinc en menores proporciones (1). Se digieren con enorme facilidad y, aún más importante, son tan sencillos de pelar que incluso un niño puede hacerlo por sí solo. Tanto la piel como la pulpa de las bananas contienen abundantes antioxidantes (vitaminas A, B, C y E, beta-caroteno, compuestos fenólicos) que previenen la liberación de radicales libres y ciertas enfermedades degenerativas, como cáncer, Alzheimer, Parkinson o desórdenes cardiovasculares (2, 3).
Bibliografía
(1) Hardisson, A. y otros autores (2001). Mineral composition of the banana (Musa acuminata) from the island of Tenerife. Food Chemistry, 73: 153-161.
(2) Someya, S. y otros autores (2002). Antioxidant compounds from bananas (Musa Cavendish). Food Chemistry, 79: 351-354.
(3) Sulaiman, S.F. y otros autores (2011). Correlation between total phenolic and mineral contents with antioxidant activity of eight Malaysian bananas (Musa sp.). Journal of Food Composition and Analysis, 24: 1-10.
(4) Heslop-Harrison, J.S. y Schwarzacher, T. (2007). Domestication, genomics and the future for banana. Annals of Botany, 100: 1.073-1.084.
(5) Häkkinen, M. y Väre, H. (2008). Typification and check-list of Musa L. names (Musaceae) with nomenclatural notes. Adansonia, 30 (1): 63-112.
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(15) Lejju, B.J. y otros autores (2006). Africa’s earliest bananas? Journal of Archaeological Science, 33: 102-113.