2011 Año Internacional de los Bosques
Hacia el Bosque de Bosques (un manifiesto por la transparencia)
Por Joaquín Araújo
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Árbol…
¡Cúmulo de riqueza!
En ti se asiste el agigantamiento
del tiempo y del paisaje.
Miguel Hernández
El bosque es rico en especies, en aromas, en colores y, por lo tanto, en sensaciones. Padre proveedor, algo debemos conservar de nuestros orígenes selváticos cuando aún mantenemos con él una relación tan estrecha: a veces de amor, otras de odio, pero casi siempre de dependencia.
El bosque es el lugar donde la luz se convierte en vida. Es una fábrica de claridad que trabaja incesantemente para que todos respiremos. La transparencia por la que viaja la luz sin quemarnos es tarea de la arboleda.
Acaso porque las hojas son ojos, bocas, traje, albergue, pulmones, comida y abono, no hay otro lugar más concurrido que los árboles. Cerca del 70% de las especies de animales y plantas que viven ahora en el planeta son permanentes emboscados. Selva y vida son equivalentes, sincrónicas, recíprocas.
El bosque multiplica la multiplicidad vital. Es infinitamente diverso para explicarnos que nada provee tanto como la diferencia. Allí se agiganta el tiempo porque en ningún otro lugar se combate más a la muerte que en el seno del bosque. Hasta la mayor parte de las culturas humanas del planeta son, o fueron, del bosque. Se nos quiere olvidar que más de la mitad de las viviendas actuales de los humanos son bosque troceado. No menos obvio resulta que casi todas las civilizaciones fueron cimentadas sobre bosques. Hasta una parte del petróleo, del gas y todo el carbón que ahora nos mueve era una selva que se tragó la tierra hace millones de años.
El bosque es su propio manantial y funda su propio clima. Al imantar nubes y sembrar sombras es también antídoto contra rigores, cada día más activos.