Las ONG conservacionistas advierten de que las quemas que se están produciendo en algunas zonas de Castilla y León, promovidas y autorizadas por la propia administración, son medidas completamente ineficaces para combatir la proliferación de topillos, como quedó demostrado en la plaga de 2007. Además, tienen efectos adversos para la biodiversidad.
La situación de alarma creada en los últimos meses por el aumento de las densidades de topillo campesino y de ratón moruno en algunas zonas, está provocando que, como sucedió en la plaga de 2007, se estén promoviendo actuaciones descoordinadas e ineficaces. Y es que, además de las quemas, se ha constatado la colocación de veneno por parte de los agricultores, y la Junta de Castilla y León está volviendo a repartir veneno en algunas localidades. Estas medidas no sólo resultan ineficaces, sino que también destruyen el hábitat de reproducción, alimento y refugio de especies silvestres que pueden contribuir al control natural de plagas, aumentan el riesgo de erosión y de incendio, y fomentan la eliminación de microorganismos beneficiosos para el suelo.
Denuncian las organizaciones ecologista que desde la última plaga de topillos que comenzó en Castilla y León en el año 2007, no se ha llevado a cabo ni una inversión suficiente en investigar una posible solución, ni una planificación agraria que reduzca la virulencia de las plagas y que haya evitado la necesidad de adoptar ineficaces medidas de urgencia.
Ante esta situación y la existencia de grandes cantidades de veneno anticoagulante repartidas por la Junta de Castilla y León en el año 2008, las organizaciones recuerdan a los agricultores que la utilización de rodenticidas sin autorización constituye una infracción grave o muy grave. Esto puede suponer sanciones de hasta tres millones de euros, de acuerdo a la Ley 43/2002 de Sanidad Vegetal, además de la retirada de ayudas de la PAC por infracción de las normas a las que están sujetos estos pagos (lo que se conoce como “condicionalidad”).
Hay que destacar además, que los rodenticidas pueden tener efectos muy perjudiciales sobre aves rapaces, mamíferos carnívoros y cualquier animal que pueda entrar en contacto con el cebo, incluyendo especies cinegéticas como liebres y palomas. La desaparición de algunas de estas especies, consumidoras de roedores, puede reducir la capacidad de control natural de la plaga.
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