Topillos o políticos: ¿cuál es la peor plaga de Castilla y León?

Hace unos siete años Carlos Herrera escribía en las páginas de esta misma revista la brillante frase “Cada problema complejo tiene siempre una solución sencilla, que generalmente es errónea” (ver Quercus 251, págs. 10 y 11). Un buen paradigma de este fenómeno son las plagas de topillo campesino y su gestión por parte de la Consejería de Agricultura de Castilla y León, a través del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACYL).

Las fluctuaciones demográficas cíclicas son bien conocidas en muchas especies, pero en sus aspectos descriptivos. Está ya aceptado en la comunidad científica que es un fenómeno complejo, bien porque la importancia relativa de las diferentes hipótesis que se han propuesto para explicarlo –en organismos tan variados como mariposas, roedores o aves galliformes– puede ser muy distinta, bien porque múltiples factores interactúan en una única especie y generan esa onda demográfica.

Estos factores suelen clasificarse en exógenos (por ejemplo, depredadores, parásitos y enfermedades, distribución espacial y estabilidad temporal del hábitat óptimo en el paisaje o meteorología, incluso se ha confirmado recientemente un efecto del cambio climático sobre la amplitud o frecuencia de la onda a nivel continental) y endógenos (principalmente alteraciones denso-dependientes en las tasas de natalidad, mortalidad y dispersión, por ejemplo los famosos suicidios que afectan a los lemmings).