Con cinco linces ibéricos atropellados en lo que va de año, vamos por el camino de igualar o superar las catorce bajas de 2013. Las poblaciones linceras han crecido, con el riesgo de más ejemplares cerca de carreteras. Pero los puntos negros son pocos y conocidos. No se actúa en ellos porque falta voluntad política para hacerlo.
Por Luis Suárez
Uno más a mediados de abril y ya van cinco! Este es el número de linces ibéricos atropellados en lo que llevamos de 2014. Si seguimos a este ritmo, este año superaremos las dramáticas cifras de 2013, año negro para la especie con catorce ejemplares muertos en las carreteras.
Estos datos nos hacen retroceder una década, cuando se alcanzaban cifras similares de mortalidad de lince ibérico, si bien por aquel entonces los atropellos suponían la mitad de las muertes y se concentraban en la comarca de Doñana, por lo que afectaban a una población muy pequeña y aislada. ¿Por qué ahora, después de tantos años de trabajo con la especie, se produce esta alta mortalidad?
En primer lugar hay que tener en cuenta que desde 2009 y 2011, respectivamente, existen dos nuevas poblaciones de lince en las áreas de reintroducción de Guadalmellato (Córdoba) y Guarrizas (Jaén). Los linces reintroducidos –y sus descendientes– que se dispersan a partir de estos nuevos núcleos se encuentran con carreteras por las que no había cruzado nunca antes este animal y que, por lo tanto, le resultan especialmente peligrosas.
Es cierto que antes de proceder a soltar nuevos ejemplares se había analizado el posible impacto de las carreteras, particularmente de aquellas más próximas a las zonas de reintroducción, pero resulta muy difícil anticipar los movimientos de estos animales.
Autor: Luis Suárez es responsable del Programa de Especies de WWF España.
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