Informe
Centros de recuperación de fauna: hagamos historia
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Una voluntaria suelta una lechuza rehabilitada en un centro de recuperación de fauna silvestre. |
lunes 27 de octubre de 2014, 10:54h
Toda una trayectoria de dedicación vocacional y trabajo anónimo otorga a los centros de recuperación de fauna no solo el mérito de haber salvado a miles de animales enfermos o heridos, a menudo víctimas de impactos humanos. Hoy incuban y dan alas a tantos proyectos de conservación de especies y sus hábitats que se sitúan en primera línea de la batalla a favor de nuestra biodiversidad.
Por Asociación Amus
A finales de los años setenta y comienzos de los ochenta la sociedad en su conjunto y los órganos políticos y de decisión de este país digerían pesadamente unas leyes que daban a entender la existencia de una España espectacular y poco conocida. Se reconocía de una vez por todas un territorio privilegiado de biodiversidad en la vieja Europa: deberes pendientes para redimir una época anterior de despecho y sinrazón hacia nuestra vida salvaje. En buena parte a instancias de las primeras asociaciones de defensa de la naturaleza se comenzó a concebir, aunque tímidamente, que había posibilidad de conjugar osos y lobos con ganaderos, águilas imperiales y buitres negros con dehesas en plena producción, quebrantahuesos con turismo, linces con cazadores y urogallos con aprovechamientos forestales.
En paralelo a estos cambios determinantes en la forma de entender los recursos naturales, el paisaje y la fauna silvestre, el movimiento de conservación despierta por una serie de fenómenos sociales y políticos y da un atronador pistoletazo de salida, con un conglomerado social sin precedentes en la biografía de las organizaciones de defensa de la naturaleza. ONG muy diversas y activas toman el pulso y exigen responsabilidades a un país aún con los coletazos de una política y un organismo – el antiguo Icona– con poca formación y menos sensibilidad hacia la fragilidad de unas especies y unos hábitats dañados durante años.