En las últimas semanas se ha desatado una importante polémica en algunas regiones españolas, ante la aplicación de tratamientos aéreos para controlar a la procesionaria del pino. Nuestra posición es que no debe hacerse este tipo de tratamientos desde el aire, salvo donde exista una amenaza clara y directa a la salud humana.
Por José A. Hódar, Jorge M. Lobo y Anna Traveset
La reciente polémica sobre los tratamientos aéreos para el "control" de la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa), que han sido realizados o estaban previstos en varias comunidades autónomas, ha venido sobre todo por dos causas: en primer lugar, el uso de diflubenzurón, un producto no permitido por la normativa europea para este tipo de tratamientos y sobre el que pesan algunas dudas en cuanto a su inocuidad; en segundo lugar, la discusión sobre la oportunidad, necesidad y eficacia de dichas actuaciones (si había que hacerlas donde se han hecho, si había que hacerlas así y si había que hacerlas).
El tema ciertamente invita al debate y la información de la que dispone la ciudadanía no siempre está bien fundada. Por ello, desde el conocimiento científico y tras una revisión de los estudios recientes sobre el asunto, nos gustaría aclarar algunos extremos, a la vez que expresar nuestra opinión.
Autores: José A. Hódar (
jhodar@ugr.es), profesor de ecología en la Universidad de Granada, ha estudiado en los últimos años la biología y dinámica poblacional de la procesionaria del pino. Jorge M. Lobo, profesor de investigación del CSIC adscrito al Museo Nacional de Ciencias Naturales, ha trabajado sobre conservación y biogeografía de diversos grupos animales. Anna Traveset es profesora de investigación en el Institut Mediterrani d’Estudis Avançats (CSIC-UIB) de Mallorca y especialista en ecología insular