La fétida y peligrosa cicuta
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Flores de la cicuta mayor (Conium maculatum). Foto: J. Ramón Gómez. |
viernes 27 de febrero de 2015, 17:25h
Las sustancias tóxicas que contiene la cicuta son imprescindibles para disuadir a sus enemigos y asegurar su supervivencia. Un potente veneno que el hombre ha sabido usar desde hace siglos: unas veces para curar y otras para matar.
Por J. Ramón Gómez
Como es sabido, las plantas no pueden huir de sus depredadores, por lo que deben ingeniar sistemas defensivos que disuadan a sus hambrientos enemigos, al menos en parte. En definitiva, se trata de no ponérselo fácil a los animales herbívoros, con el fin de atenuar la presión que ejercen sobre ellas. De ahí que muchas plantas hayan desarrollado diferentes estrategias de protección, consecuencia de lentos procesos adaptativos. Si la marea de fitófagos fuera capaz de engullir sin restricción, pondría en riesgo la supervivencia de muchas especies vegetales.
Pero, como resultado de millones de años de coevolución entre plantas y animales, han surgido ciertos mecanismos reguladores. Así que en el reino vegetal existe toda una batería de sistemas defensivos, que van desde las sencillas estructuras disuasorias hasta un complejo arsenal químico, capaz de causar la muerte del agresor. Tal vez, las barreras más simples sean las agudas espinas o los pelos punzantes que ocasionan leves daños físicos. Pero, no siempre estas pequeñas advertencias resultan eficaces para desanimar a los devoradores de plantas. De ahí que algunos vegetales hayan tenido que dotarse de defensas más sofisticadas, como generar potentes principios tóxicos, unas armas mucho más complejas y eficaces.