Como ya hemos comentado en otras ocasiones, el éxito de muchas hierbas comunes radica en su capacidad para adaptarse a diferentes ambientes, en especial a los que ya hayan sido perturbados por el hombre. Pero, dada la inmovilidad de los vegetales, también es conveniente dotarse de un eficaz sistema de dispersión que les permita salvar grandes distancias.
Muchas plantas humildes, precisamente por resultarnos familiares, destacan en ambos aspectos. Uno de los mejores sistemas para dispersarse a lo largo y ancho de un territorio es confiar tan pesada tarea a otros seres que sí tienen una alta capacidad de desplazamiento: los animales. Así que muchas hierbas se embarcan como discretos polizones en plumas, pelos o ropas, para lo que cuentan con un variado arsenal de sistemas de enganche. Un reciente estudio ha demostrado que los turistas y científicos que visitan la Antártida han podido introducir en el continente helado más de 70.000 semillas. Aunque, dada la hostilidad del clima, solamente una especie ha logrado establecerse (1).