El área de distribución de cualquier especie es una compleja expresión de su ecología e historia evolutiva. En este sentido, las libélulas son unos de los mejores modelos para estudiar las consecuencias del cambio climático, ya que altera sus tasas de crecimiento, supervivencia, fecundidad y locomoción (1). Además, las libélulas son animales clave en los ecosistemas de agua dulce, debido a que su desarrollo larvario es acuático. Al mismo tiempo, son sensibles a los cambios en los ecosistemas terrestres, donde se alimentan los adultos, y están presentes en todos los continentes salvo la Antártida. Por último, son más fáciles de identificar y muestrear que otros grupos de insectos.
Por desgracia, no han suscitado demasiado interés entre los aficionados a la observación de la naturaleza, aunque esto parece que ha comenzado a cambiar desde finales del siglo XX. Quizá por este motivo se haya detectado en Galicia una variada gama de odonatos de unos años a esta parte, cuyo número parece iren aumento conforme se profundiza en su conocimiento y fenología, con muestreos más estrictos y numerosos.
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