La imparable hierba de la golondrina

En ocasiones, a nuestro alrededor, en la malograda naturaleza urbana donde vivimos, se dan situaciones o pequeños gestos de enorme belleza que pueden pasar desapercibidos si no estamos atentos. El alboroto de unas aves buscando semillas, el desfile legionario de un grupo de afanadas hormigas o el coqueteo de las abejas con unas flores diminutas en busca de néctar, son hermosas escenas que acontecen en cualquier mañana veraniega. Pero, si queremos ver todo este ajetreo, es necesario madrugar un poco, pues cuando el sol golpee con su habitual dureza volverá la calma. Y las actividades descritas, como muchas otras, suceden alrededor de una modesta hierba que observo desde hace algún tiempo. Sobrevive con extremo mérito en una pequeña grieta del asfalto que lleva ya abierta algunos años, en un olvidado rincón de una transitada calle de mi ciudad. Nadie diría que su simple presencia genera una actividad sorprendente para tan diminuta planta. Incluso pasará prácticamente desapercibida para los atareados viandantes que no valoran tamaña gesta. Todo un ejemplo de resistencia y convivencia. Aunque no hay tanta generosidad como parece. Tampoco es una planta llamativa y de grandes dimensiones.

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