Una expedición organizada por la Universidad de Málaga recorrió el norte de Marruecos en marzo de 2015 para estudiar sobre el terreno los fenómenos de vicarianza. Es decir, las diferencias y similitudes que pueden apreciarse en la fauna de vertebrados que habitan a ambos lados del estrecho de Gibraltar.
Por Raimundo Real, Antonio Román Muñoz, Juan Mario Vargas, Luis Javier Palomo, David Romero y José Carlos Báez
Desde un punto de vista biogeográfico, el concepto de espacio, como lugar donde habitan los seres vivos, puede considerarse un entorno finito en el que se abren y se cierran puertas a lo largo del tiempo. En el primer caso, las especies tienen la oportunidad de ampliar su área de distribución, mientras que en el segundo no pueden seguir avanzando. En el caso del estrecho de Gibraltar, su apertura durante el Plioceno inferior (1) supuso una limitación del flujo genético entre las especies terrestres que antes ocupaban de forma continua el sur de Europa y el norte de África. Se abrió pues un proceso de vicarianza, en el que una biota hasta entonces continua dio lugar a dos escenarios diferentes, aunque emparentados, a ambos lados de la nueva barrera.
No obstante, la capacidad de dispersión de las especies enmascara o distorsiona esta separación física, ya que no todas ellas tienen las mismas facultades. Esto se refleja incluso en la percepción de los expertos en distintos grupos de fauna. Para un ornitólogo, por ejemplo, el estrecho de Gibraltar es una pasarela entre África y Europa. Por el contrario, para un herpetólogo es una frontera que justifica la existencia de especies estrechamente emparentadas, pero distintas, a ambos lados del Estrecho.
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