El urogallo pirenaico sigue desapareciendo lentamente. Una de las causas podría ser la baja calidad del hábitat en el que vive, con un sotobosque y un estrato arbóreo muy cerrados. En el Pirineo catalán se han aplicado técnicas silvícolas a título experimental en zonas de cría de esta subespecie, que no solo pueden ayudar a revertir esta tendencia negativa, sino que también permiten conciliar la gestión forestal con la conservación.
Por Jordi Camprodon, David Guixé, Diego García-Ferré y Pere Omedes
El urogallo pirenaico (Tetrao urogallus aquitanicus) es una galliforme de aspecto imponente, considerada como una reliquia de la era glacial. Su llamativo comportamiento y su belleza consiguen fascinar a muchos, pero está en clara regresión. Los Pirineos catalanes acogen el 80% de los urogallos distribuidos en la vertiente sur pirenaica. Los resultados del último censo en Cataluña, realizado en 2015, señalan que la población de urogallo, con unos 230 cantaderos activos, ha disminuido un 35% con respecto el censo anterior de 2005.
Catalogado de momento como “Vulnerable”, la etiqueta de “En peligro de extinción” que ya tiene la subespecie cantábrica (T. u. cantabricus) parece sobrevolarlo como una sombra, hasta el punto de que los especialistas recomiendan ya ese cambio de catalogación. La baja tasa de productividad es el principal reto a superar. La pérdida de buen hábitat de cría, las colisiones con cables, el aumento de ungulados salvajes y de depredadores o el estrés provocado por la presencia de deportistas invernales o buscadores de setas serían algunas de las causas de su declive.