Las montañas españolas están más amenazadas que nunca, nos recuerda el sabio Eduardo Martínez de Pisón. Espoleados por esa misma inquietud compartida, el pasado 21 de mayo, unos cincuenta colectivos ciudadanos, montañeros y ecologistas ascendieron simultáneamente a más de treinta cumbres de toda España. Respondían así al llamamiento realizado pocas semanas antes por RedMontañas, la asociación creada para despertar conciencias a favor del hábitat que posiblemente más que ningún otro en nuestro país combina originalidad, amplitud, valor natural, interés científico y cultural y –también hay que decirlo– fragilidad.
Ni la incombustible Rosa Fernández-Arroyo, coordinadora de RedMontañas, imaginaba semejante respuesta a su convocatoria. Fruto de un movimiento espontáneo que iba tomando cuerpo día a día, a medida que más gente decidía su adhesión, la idea de lanzar el mensaje de la defensa de las montañas desde las propias montañas fue calando hasta dar lugar al más importante y emotivo acto a favor de estos ambientes que podemos recordar.
Qué lejano y vacío veían los cientos de participantes, al culminar sus respectivas ascensiones, todo el protocolo oficial y el fuego mediático que generó en 2002 la celebración del Año Internacional de las Montañas. Cuatro años de olvido más tarde, los defensores de las montañas han querido hacerse oír desde lo más alto. Y lo han hecho para reclamar una vez más la Carta de las Montañas, única propuesta emitida aquel año para la protección genérica de estos hábitats en nuestro país y para hacer compatible su conservación con el bienestar de la gente que vive en ellos. Sus pancartas nos han recordado que a fecha de hoy aún no ha sido aprobada, a pesar de que, en junio de 2005, el Congreso de los Diputados instó al Gobierno a hacerlo.
Muchos metros más abajo, la sensibilidad con respecto a las funciones ecológicas, sociales y económicas de las montañas no mejora. Prueba de ello es que empieza a ser de lo más habitual que autoridades ambientales y responsables políticos, con el cebo envenenado del desarrollo rural y el empleo local, apoyen proyectos destructivos de corte deportivo, recreativo o turístico, como las estaciones de esquí, que no son sino avanzadillas de la rutina urbanística y especuladora de siempre.
En algunos casos, la obsesión de los promotores y el desinterés por la conservación llega a tal extremo que se fuerzan cambios en la normativa ambiental de espacios protegidos. Es el caso del PORN del Parque Natural de Fuentes Carrionas, modificado por la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León para poder construir la estación de esquí de San Glorio sin obstáculos legales. El 21 de mayo, las montañas alzaron su voz contra todo esto, esperemos que sea por fin escuchada (más información, en
www.redmontanas.org).