Los brezales atlánticos de Galicia son comunidades singulares, de gran valor ecológico, formados por plantas arbustivas que viven sobre suelos pobres en climas marcadamente oceánicos. Los brezos pertenecen a la familia de las Ericáceas y dominan la vegetación arbustiva junto al tojo, una leguminosa del género Ulex. Estos brezales son una seña de identidad del paisaje gallego y están ligados al uso tradicional de los recursos que brinda el monte, como la extracción de tojo para cama del ganado, que unido a los excrementos proporciona un abono natural rico en nutrientes. Además, en gran parte de la media montaña gallega, las amplias extensiones de brezal se han dedicado desde antiguo al pastoreo. Pero los cambios socioeconómicos sufridos a partir de la segunda mitad del siglo XX han afectado profundamente al paisaje rural gallego. El brezal, un hábitat poco productivo, ha ido desapareciendo y dejando paso a otros sistemas que reportan más ingresos, como las repoblaciones forestales y los pastizales mejorados, o incluso las formaciones de frondosas autóctonas favorecidas por el abandono.
La importancia de los brezales como sistema de explotación tradicional paneuropeo, compartido desde Noruega hasta Portugal, está fuera de toda duda y muchos países dedican importantes recursos a su conservación. Es más, también se restauran allí donde han desaparecido desde hace tiempo (1). La legislación europea incluye en la Directiva de Hábitats diferentes brezales como comunidades prioritarias o de interés (Cuadro 1). En Galicia los brezales ocupan todavía un alto porcentaje de su territorio, pero continúan degradándose y siguen una tendencia hacia la desaparición asociada a recientes cambios en los usos del suelo.
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