Mi historia con el águila calzada (Hieraaetus pennatus) comenzó en la primavera de 1996 cuando me trasladé a vivir al valle del Tiétar, al sur de la provincia de Ávila, para iniciar un proyecto de investigación sobre la especie. Desde entonces han transcurrido ya más de veinte años siguiendo al águila calzada por el centro peninsular, investigando, publicando artículos y participando en diferentes proyectos. Pero aún hoy sigo aprendiendo y descubriendo cosas nuevas sobre esta rapaz, más aún cuando ha ido cambiando sus hábitats y preferencias para aprovechar los recursos que le brinda el ser humano. Cambios que por otra parte están enfrentando a la especie a nuevos problemas al acercarse tanto a nosotros. Sedentarización, invernada y una ruta migratoria alternativa Una de las adaptaciones del águila calzada que más me ha llamado la atención ha sido el proceso de sedentarización que ha experimentado en zonas como el sur de Andalucía y Levante, donde esta especie no emprende su migración anual a los cuarteles de invernada en el África subsahariana, a diferencia del resto de las poblaciones ibéricas de la rapaz. Además de Baleares, se han detectado poblaciones sedentarias de águila calzada en las provincias de Huelva, Cádiz, Castellón y Valencia.
Al mismo tiempo, ha aumentado el número de observaciones de águilas calzadas que invernan en nuestras latitudes, incluso en el interior, como yo mismo he podido observar en las provincias de Ávila y Valladolid. Pero también hay citas de invernada en el norte y noroeste peninsular (Galicia, Cantabria, Asturias y País Vasco).
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