Dentro de la gasolinera se escucha un poco mejor. Rafael Pardo, que además es director de la Fundación BBVA, confirma el fallo del jurado y nos lee parte del acta: los tres miembros de la redacción de Quercus, Rafael Serra, José Antonio Montero y Miguel Miralles, han sido galardonados con el Premio a la Difusión del Conocimiento y Sensibilización en Conservación de la Biodiversidad en España “por su labor continuada (…) en un contexto de grandes dificultades para las publicaciones especializadas en medio ambiente”. Y también destacan otro mérito que nos llena de orgullo: “los periodistas de Quercus han ejercido un nexo para trasladar a la sociedad de manera rigurosa y accesible el trabajo de la comunidad científica y de las organizaciones dedicadas a la conservación de la biodiversidad”. Como todavía nos parece mentira, participan en la conversación telefónica dos miembros del jurado: Javier Benayas, profesor titular en el Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid, y Juan Carlos del Olmo, secretario general de WWF España. ¡Pues sí, parece que la cosa va en serio!
Era la segunda vez que nos presentábamos al premio y este año habíamos abrigado nuevas esperanzas, dado que las bases admitían candidaturas colectivas. Preferíamos que el reconocimiento fuera para todo el equipo, a la revista en general, y que se valorara una trayectoria compartida durante décadas de esfuerzo y tesón. El mes que viene, Quercus cumplirá 37 años de andadura editorial, que es mucho, una eternidad. Ahora sí, podemos decir que estamos contentísimos y agradecidísimos. Con tantas ferias ornitológicas a finales de septiembre, se nos había olvidado que el jurado se reunía y fallaba en esas mismas fechas.
Puede que los premios no cambien nada, pero es una satisfacción ver así reconocido nuestro trabajo. Aunque se personalice en nosotros, hay un colectivo amplísimo que también ha hecho posible la existencia de Quercus: los compañeros que fueron pasando por la redacción, los cientos de colaboradores que nutren la revista de contenidos, los que confían en ella como soporte publicitario y, por supuesto, sus lectores, en particular una masa fidelísima e inquebrantable de suscriptores. Sin ellos no habría Quercus. Permitieron que naciera apostando a ciegas por algo que parecía una quimera y han logrado que siga viva hasta el día de hoy. Nunca dejaremos de agradecer su decisiva función a esa sólida raíz pivotante del Quercus de papel.
También es obvio que el Premio de la Fundación BBVA supone un espaldarazo para la revista y abre ante ella nuevas posibilidades. Viene a ser como una primavera lluviosa, garantía de estabilidad para otros periodos menos favorables. Como los demás Quercus, nosotros también sabemos ser austeros y resistentes, humildes y fiables. Pero siempre es de agradecer un poco de riego. Al cierre de este número, queda más de un mes para la ceremonia de entrega de los premios, que tendrá lugar en el Palacio del Marqués de Salamanca, sede de la Fundación BBVA en Madrid, el próximo 21 de noviembre. Un largo viaje desde aquella ruidosa gasolinera de Ledanca.