El arruí fue introducido en Sierra Espuña como especie cinegética en 1970. Para entonces, unas pocas cabras monteses sobrevivían aisladas en las sierras del noroeste de Murcia. Pero, con el tiempo, ambos ungulados, uno exótico y el otro autóctono, han ido ganando y recuperando terreno, respectivamente, y ahora llegan a solaparse.
Por Sergio Eguía, Roberto Pascual, José Antonio Sánchez, Beatriz de las Nieves López,
Francisco Botella y Andrés Giménez.
A principios del siglo XX las poblaciones europeas de ungulados silvestres se habían reducido drásticamente debido a la caza y a la alteración del hábitat por cultivos, rebaños y explotaciones forestales. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XX los efectivos de esas mismas especies han aumentado mucho y ahora sus áreas de distribución son más extensas. Las razones hay que buscarlas en una menor persecución directa y en el abandono del campo, de modo que los ungulados silvestres han vuelto a colonizar terrenos antes explotados por el ser humano. Este proceso es especialmente llamativo en el caso del Sureste Ibérico, donde ya habían desaparecido especies como el ciervo (Cervus elaphus), el corzo (Capreolus capreolus) y el jabalí (Sus scrofa), mientras que la cabra montés (Capra pyrenaica) subsistía en escaso número en zonas de difícil acceso.
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