Durante milenios, las ballenas fueron utilizadas como cualquier otro recurso marino. Primero de forma oportunista, al aprovechar los animales que quedaban varados en las playas, y luego mediante técnicas de caza activa para alimentarse de su carne, usar la grasa como combustible y construir distintos utensilios con sus huesos, barbas y tendones.
Los vascos fueron pioneros en la caza comercial de ballenas. En el Cantábrico, los vestigios más antiguos se remontan al siglo XI, para extenderse después a toda la costa atlántica peninsular e incluso a territorios transoceánicos como Terranova y Labrador (Canadá) entre los siglos XIII y XVI. De hecho, se considera que la ballena franca del Atlántico Norte (Eubalaena glacialis), también conocida como “ballena vasca”, fue la principal especie buscada por las flotas balleneras de esos siglos, aunque seguramente no despreciarían la ocasión de dar caza a otros cetáceos.
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