Iglesias, murallas, torres y otros muchos ejemplos de nuestro patrimonio histórico se han convertido con el paso de los siglos en dueños de una comunidad biológica de lo más diversa, que va desde la mínima espora de liquen al nido del cernícalo, desde el refugio del murciélago al abrigo del vencejo.
La naturaleza ha ido incorporando valores no tan incompatibles con la conservación arquitectónica como una mirada apresurada pudiera presuponer. Sin embargo, salvo contadas excepciones, la toma de decisiones sobre los proyectos de restauración de estos edificios históricos no tiene en cuenta los elementos naturales ni incluye en la práctica a los órganos de decisión ambientales.
Autores: José María Juárez (jmjuarezmartin@gmail.com ) es arqueólogo y técnico en patrimonio del Ayuntamiento de Estepa (Sevilla). Eusebio Rico, miembro del colectivo Zamalla y restaurador especializado en la conservación de edificios históricos, ha promovido diversas intervenciones respetuosas con la avifauna local.
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