Hoy se admite que los neandertales fueron una especie humana que vivió en el extremo occidental de Eurasia hace entre 300.000 y 40.000 años, desde Iberia hasta Siberia. Anatómicamente, identificamos como tales a todos los fósiles esencialmente similares a los encontrados en 1856 en el llamado Valle de Neander (Neanderthal, Alemania) y que sirvieron para tipificar a un grupo humano tan distinto como original. Visto desde la perspectiva del registro fósil, los auténticos aborígenes de Europa son los neandertales. Nosotros, los humanos anatómicamente modernos, llegamos al solar europeo coincidiendo con el tiempo de su desaparición.
En el proceso de humanizar a los neandertales se distinguen al menos tres fases. Una primera se inicia con el descubrimiento de los enterramientos de Shanidar (Irak), a finales de los años cincuenta del siglo pasado, donde uno de los difuntos fue ofrendado con flores de vistosos colores. Coincidía este hallazgo con la época del movimiento hippy y la imagen de unos seres dotados de estética y sentimientos bondadosos les acercaba a lo que se pretendía de los seres humanos. El yacimiento de Shanidar supuso un punto de inflexión para dejar atrás el carácter primitivo de los neandertales.
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