Cada año se producen en el mundo alrededor de 275 millones de toneladas de plásticos y fibras sintéticas que se usan en la industria, el consumo diario y casi cualquier ámbito cotidiano (1). En las últimas décadas nuestra dependencia de los plásticos es de tal magnitud que no se vislumbra un futuro sin ellos.
Una de las principales cualidades de los plásticos es su perdurabilidad. Esta cualidad es ventajosa en productos de los que se espera que su vida útil sea longeva. Pero no lo es en el caso de plásticos de un solo uso, de los que se calcula que, dependiendo del tipo y del grado de exposición a la degradación, pueden tardar en desaparecer entre cien y mil años. ¡Casi nada!
Las botellas, bolsas, envases, platos o cubiertos de plástico no biodegradables están invadiendo los océanos y mares de todo el mundo. Una vez en el mar, las corrientes y el viento los dispersarán y, en ciertas zonas, los concentrarán. Ello explica que la distribución de los plásticos en el mar no sea uniforme y que a menudo guarde poca relación con los puntos calientes de vertidos de basura. Ya es tristemente famosa la isla de plásticos conocida como Great Pacific Garbage Patch, localizada en las aguas abiertas del Pacífico Norte, en la cual, según un estudio de la fundación The Ocean Cleanup, habría acumuladas 80.000 toneladas de plásticos en solamente 1'6 millones de kilómetros cuadrados (2).
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