No sólo se trata de una especie de gran belleza, sino que, además, su distribución está restringida al sur de Francia y la Península Ibérica. En España se encuentra bien repartida, salvo en la zona cantábrica, pero formando siempre pequeñas poblaciones relativamente aisladas entre sí. Estas características hacen que muchas poblaciones requieran esfuerzos de conservación.
Su presencia está vinculada a las plantas del género Aristolochia, de las que se alimentan las orugas. Esto hace que sea una mariposa muy sedentaria y ligada a un tipo de hábitat muy específico. Por ello, la principal amenaza que sufre es la desaparición de su entorno, debido al urbanismo o la construcción de infraestructuras.
El cambio climático también le afecta: en 2019 se detectó un adelantamiento de su periodo de vuelo en el norte de España, donde suele aparecer entre los meses de abril y junio. Pero sorprendentemente el año pasado se comenzó a observar en febrero. Es una fecha habitual en el sur de Andalucía, pero no en regiones como Navarra o La Rioja.
En ediciones anteriores han sido "Mariposa del Año" la graellsia (Graellsia isabellae), la apolo (Parnassius apollo), la ajedrezada haltera (Pyrgus cinarae) y la mariposa capuchina (Pieris cheiranthi), en orden cronológico.
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