Por Trino Ferrández y Javier Belmonte
La cuenca baja del Segura, desde la entrada del río en la Comunidad Valenciana hasta su desembocadura en Guardamar (Alicante), es un territorio profundamente marcado por la intervención humana. Desde los primeros asentamientos neolíticos, argáricos e íberos, hasta las recientes explotaciones agrícolas, pasando por las talas masivas de bosques en la Edad Media, la desecación de grandes humedales o el trasvase de agua desde el Tajo, la comarca se ha visto envuelta en una continua y casi total transformación. Como resultado, las zonas que mantienen una cierta naturalidad son escasas y de extensión reducida. Únicamente el corredor natural que representa el río, junto a algunos espacios ribereños no cultivados, conservan cierto interés natural. Nuestro estudio se ha centrado en esas pequeñas manchas de vegetación a las que hemos denominado Espacios Isla.
Aunque son escasos los trabajos históricos sobre los mamíferos de esta comarca (1, 2), hay alguno más reciente que se ha centrado en la distribución de los carnívoros (3). No debe extrañar que la composición y estructura de la comunidad histórica de mamíferos sea muy diferente a la que reflejan dichos trabajos. Especies como el ciervo (Cervus elaphus), el corzo (Capreolus capreolus), el oso (Ursus arctos) y el lince (Felis pardina), aún presentes en época medieval, hace siglos que desaparecieron. Otras, por el contrario, no han dejado de estar presentes, como zorros (Vulpes vulpes), ginetas (Genetta genetta) y gatos monteses (Felis silvestris). No tenemos constancia de que ningún mamífero terrestre haya colonizado esta zona en tiempos recientes. Sí podemos citar dos especies que la han recolonizado en los últimos años: el jabalí (Sus scrofa) y la ardilla (Sciurus vulgaris).