Por Sergio Arroyo
La malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala) es una especie emblemática, tanto por haber concitado uno de los primeros movimientos ciudadanos a favor del medio ambiente en España como por la asombrosa recuperación que la llevó de tener una exigua población de poco más de una veintena de ejemplares, durante el último tercio del siglo XX, a llegar a varios miles de aves a comienzos del siglo XXI.
La adopción de medidas de conservación en los pocos humedales donde habitaba sirvió para evitar la más que segura extinción de la población europea de esta singular anátida. En años posteriores, su capacidad de adaptación a humedales artificiales o profundamente transformados cono el Parque Natural de El Hondo, en el sur de la provincia de Alicante, hicieron que se consolidara la especie en nuestro país.
El Hondo se convirtió en unos de sus principales enclaves en toda Europa, acogiendo más del 40% de las parejas reproductoras, pese a que hasta los años noventa había sido registrada en tan sólo una ocasión en este lugar. Un camino recorrido a la inversa por la cerceta pardilla (Marmaronetta angustirrostris) que pasó de ser una especie más o menos común en El Hondo y el resto de humedales de la comarca alicantina del Baix Vinalopó a la triste situación actual en que se encuentra, virtualmente extinguida y sostenida su población con las periódicas sueltas de aves criadas en cautividad. Pero esta dinámica de éxito y fracaso entre las dos especies parece que se trunca y no precisamente porque le vaya mejor a la cerceta pardilla.