Gracias a un ambicioso plan de conservación en campo y en cautividad, el alcaudón chico aún sobrevive en la Península Ibérica. Este verano cuatro parejas han criado en su último refugio, la Plana de Lleida, donde han volado diez pollos, un resultado que anima a no tirar la toalla, pero que al mismo tiempo evidencia la crítica situación de la especie.
Por Marc Gálvez
Los alcaudones chicos (
Lanius minor) ibéricos realizan una extraordinaria migración de más de diez mil kilómetros desde el sur de África, un gran viaje lleno de dificultades.
En vez de atravesar el Estrecho de Gibraltar, suben por Oriente Medio y desde allí cruzan al este de Europa. La mayoría se queda en Hungría, Rumanía y Bulgaria, pero otros, cada vez menos, continúan su migración hacia el oeste. En Italia, Francia y España quedan pequeñas poblaciones, los últimos reductos de cría de la especie en Europa occidental.
Tras regresar de sus lejanos cuarteles de invernada, el pasado 22 de mayo la primera pareja de alcaudón chico de la temporada se estableció en la Plana de Lleida, su último bastión en la Península Ibérica. Afanada en la construcción de su nido en un gran platanero, casi parecía que quisiera celebrar el Día Internacional de la Biodiversidad.
Autor: Marc Gálvez (
mgalvez@trenca.org), biólogo, es el coordinador científico de Trenca, asociación para la que ha coordinado proyectos como la reintroducción del buitre negro en Pirineos o la recuperación del alcaudón chico