Por Jorge Baonza
En 2004, durante una prospección botánica en la laguna de Navahonda de Campos del Paraíso (Cuenca), en compañía de Leopoldo Medina, Luis M. Ferrero y Elena Carrillo, encontré en los barbechos circundantes un ejemplar monstruoso de piques grandes (Myagrum perfoliatum). Sin saber qué podía causar tal crecimiento anómalo, tomamos la muestra para hacer un pliego y dejar constancia en el herbario del Real JardínBotánico de Madrid (Baonza, Ferrero & Medina MA-737770).
Pocos años después descubrí que tal tipo de deformación monstruosa (o teratológica) de los tallos se conoce como fasciación (del latín fascia, “venda” o “faja”). Son conocidas de antiguo, y ya en el siglo XVIII Carl von Linneo la describió, junto a otras modificaciones, como “fasciata, la que arroja muchos tallos, que juntándose en uno solo, forman como una faja; v.g. en la Beta alato caule C.B., en el Amaranthus cristatus, lo que también se consigue introduciéndolos con arte en algún lugar estrecho, del que van saliendo comprimidos y aplanados” (1). Los ejemplos mencionados por Linneo son la acelga y la llamada cresta de gallo, actualmente Celosia argentea, donde es tan frecuente que ha inspirado otra denominación de estas deformidades: crestaciones.