Los vientos alisios que soplan en el océano Atlántico no sólo han sido fundamentales para la navegación a vela desde hace cinco siglos, sino que trazan las rutas migratorias seguidas desde tiempo inmemorial por las pardelas cenicientas y otras aves marinas.
Por Mariano Paracuellos
La vida sobre el planeta nos ha cautivado infinidad de veces, como en el caso que aquí abordamos y que protagonizan la pardela cenicienta mediterránea (Calonectris diomedea) y su congénere la pardela cenicienta atlántica (Calonectris borealis). No sólo por el hecho de que sean aves pelágicas, primitivas y misteriosas, que llegan de noche a las cuevas donde crían, siempre en islas solitarias. O porque sus peculiares emisiones sonoras fueran atribuidas por los antiguos griegos al canto de las sirenas. No, en esta ocasión nos dejaremos fascinar por sus viajes migratorios.
Este es un relato acerca de cómo los humanos, por muy sofisticados que podamos llegar a creernos, acabamos volviendo a copiar inconscientemente a otros animales, supuestamente más elementales e instintivos. Pero antes hemos de retroceder a los inicios de la denominada Era de los Descubrimientos.
AUTOR
Mariano Paracuellos Rodríguez es doctor en Biología y se dedica al seguimiento de fauna en humedales, islas y zonas costeras de Almería por encargo de la Agencia de Medio Ambiente y Agua (Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible) de la Junta de Andalucía. También pertenece a la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), donde es el coordinador de la Estación de Anillamiento Lorenzo García (EALG) y miembro del Grupo de Anillamiento Rhodopechys.