Las reservas naturales privadas pueden llegar a ser verdaderos laboratorios dedicados a conocer y conservar el bosque tropical. Ejemplo de ello es la Reserva Pacuare, en Costa Rica, donde según un estudio español la actividad humana puede reproducir los efectos de las perturbaciones naturales y aumentar la diversidad funcional del ecosistema.
Por Pablo Aycart y Mario Díaz
Los bosques lluviosos tropicales son el bioma terrestre que mantiene una mayor biodiversidad. Albergan más del 50% de las especies de plantas y animales terrestres conocidas en tan solo un 6% de la superficie terrestre. Son sistemas complejos y estables en los que las especies han evolucionado a lo largo de millones de años ocupando todos los nichos disponibles, lo que ha derivado en un alto grado de especialización. En las aves, por ejemplo, es notoria la enorme diversidad en las comunidades locales de formas y colores (notorios en loros, tucanes y tangaras), tamaños (desde los diminutos colibríes hasta las águilas de bosque y las pavas), comportamientos (desde especies tan difíciles de ver como las pittas a las exhibiciones de las aves del paraíso) o formas de alimentarse o nidificar.
El valor de estos bosques en términos de biodiversidad y provisión de servicios ecosistémicos es difícil de calcular, o incluso de inventariar. Científicos y conservacionistas de todo el mundo describen cientos de especies nuevas de animales y plantas cada año en estas zonas, en expediciones más o menos largas y frecuentes a lugares aún poco explorados (1). Son por otro lado sistemas muy sensibles al cambio global, con lo que se hace esencial no sólo inventariar sus recursos, sino vigilar cómo cambian en el tiempo, midiéndolos periódicamente en lugares concretos. Estos lugares se han venido a denominar estaciones biológicas: sitios concretos con una mínima infraestructura en los que se mide periódicamente algún componente de la biodiversidad.
En muchos países tropicales, y principalmente en los neotropicales, es bastante común encontrar reservas naturales privadas dedicadas a la protección, conservación y seguimiento de extensiones más o menos grandes de bosque lluvioso. Este concepto de área protegida, escasamente establecido en España, es muy popular en países de Latinoamérica como Costa Rica, donde las reservas naturales privadas ocupan más del 5% de la superficie del país (2). Actúan como un complemento de la red de áreas protegidas estatales, ayudando a mantener la conectividad entre parques nacionales y otros espacios naturales protegidos.
Efecto de instalaciones científicas en la biodiversidad local de bosques tropicales
Aunque muchas de las reservas privadas orientan su actividad hacia el ecoturismo, de donde obtienen la mayoría de sus ingresos, también las hay dedicadas exclusivamente a la conservación y el estudio de los bosques lluviosos tropicales y de su biodiversidad. En ambos casos las reservas incluyen infraestructuras construidas para alojar a investigadores o turistas, imprescindibles para su mantenimiento a largo plazo, pero que podrían comprometer su objetivo de conservación, como cualquier otra actividad humana. Alternativamente, los manejos de baja intensidad de las reservas (no estamos hablando de hoteles de lujo en medio de la selva) pueden reproducir en parte la propia dinámica natural de perturbación del bosque, debida a caída de árboles viejos, deslizamientos de tierra, o impacto de tormentas o huracanes ocasionales. Estas perturbaciones también contribuyen, y mucho, al mantenimiento de la biodiversidad de los bosques lluviosos al favorecer a especies de zonas abiertas que serían incapaces de sobrevivir en bosques cerrados (3, 4).
Hembra de espiguero variable (Sporophila corvina) alimentándose en el césped de una de las estaciones científicas de la Reserva Pacuare (foto: Mario Díaz).
En un reciente estudio publicado en Ardeola, la revista científica de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), analizamos el efecto de una de estas estaciones científicas, la Reserva Pacuare (Cuadro 1), sobre la comunidad de aves del bosque lluvioso tropical que ocupa la costa caribeña de Costa Rica (5). El estudio se planteó como una de las prácticas de campo del Máster en Biodiversidad en Áreas Tropicales y su Conservación (UIMP-CSIC; Cuadro 2), lo que ha permitido recoger datos relevantes durante tres años consecutivos, desde 2017 a 2019. Esperamos continuar en cuanto la pandemia de Covid-19 lo permita.
Muestreamos la comunidad de aves mediante redes japonesas colocadas en las zonas ajardinadas de las estaciones y en el bosque adyacente, un método usual en sistemas tan complejos como los tropicales, en los que detectar a las aves (e identificarlas) no es tan fácil como en los bosques templados (6). Afortunadamente, la avifauna de Costa Rica es bien conocida y relativamente pobre, de unas 900 especies (7), de las que hemos capturado hasta la fecha 51 e identificado en la zona unas 80 más), con lo que no fue difícil identificar todas las aves capturadas, que fueron medidas, marcadas para detectar recapturas, y liberadas inmediatamente. La estructura de la vegetación alrededor de cada red se estimó como las coberturas y alturas de árboles, arbustos y otros estratos de vegetación, el número de troncos pequeños, medianos y grandes, y el número de especies de árboles y arbustos (6).
La apertura del bosque en las instalaciones de la Reserva favoreció el asentamiento de comunidades de aves más diversas y con un mayor número de individuos, un efecto mediado por los efectos de la apertura sobre la estructura de la vegetación. Varias especies de aves explotarían en los claros artificiales recursos escasos en el sotobosque del bosque cerrado, como pueden ser las flores en el caso de los colibríes, semillas en el de los espigueros, o insectos voladores en el caso de los mosqueros. Esta incorporación de especies que explotan recursos diferentes aumentó también la diversidad funcional de las comunidades de aves (diversidad de papeles de las especies en el funcionamiento del ecosistema), que estimamos a partir de la dieta, morfología del pico, maniobrabilidad, sitios de forrajeo y sustratos en los que nidifican las aves capturadas.
Las instalaciones científicas emplazadas en bosques lluviosos tropicales pueden aumentar la diversidad de aves, al igual que lo hacen las aperturas del bosque debidas a perturbaciones naturales. De hecho, encontramos que el aumento de diversidad en zonas ajardinadas no se debió a la sustitución de una comunidad pobre de aves forestales por una más rica de aves de medios abiertos, sino sobre todo al incremento de la abundancia relativa de especies poco numerosas pero presentes en el bosque cerrado. Además, los efectos positivos dependían del mantenimiento de parte de la cobertura arbórea. La apertura del bosque para acondicionar las instalaciones de la reserva parece pues imitar el efecto de las perturbaciones naturales del bosque, aumentando su diversidad local.
Papel de las reservas naturales en la formación de investigadores
Son muchas las reservas que desarrollan sus propios proyectos de investigación, aunque también es común el establecimiento de colaboraciones con universidades y centros de investigación. Mediante estas colaboraciones, investigadores y estudiantes de todo el mundo utilizan las instalaciones de las reservas como base logística desde la que llevar a cabo el trabajo de campo necesario para el desarrollo de sus proyectos. En el trópico, las reservas privadas permiten el acceso y estudio de bosques megadiversos que de otro modo podrían requerir días de expedición para ser alcanzados. Claros beneficiarios de estas colaboraciones son los estudiantes universitarios de Biología y carreras afines, y especialmente aquellos que cursan másteres de la rama de Biodiversidad y Conservación.
El ermitaño bronceado (Glaucis aeneus) es una de las cuatro especies de ermitaños capturadas en Pacuare (de las cinco que viven en Costa Rica), tanto en bosque como en zonas ajardinadas. Los ermitaños con capaces de explotar las flores de las heliconias del interior del bosque, así como otras flores de corola larga como la de la fotografía (foto: Mario Díaz).
De hecho, cada año son muchos los estudiantes españoles que encuentran en las reservas naturales privadas del trópico la oportunidad de realizar sus prácticas y de recoger datos útiles para el desarrollo de Trabajos de Fin de Grado o Máster diferentes y novedosos. Esta colaboración contribuye a incrementar la producción científica y el conocimiento de la biodiversidad de la reserva, a la vez que sirve al estudiante para adquirir experiencia e iniciarse en el campo de la investigación.
¿Reservas mediterráneas? ¿Para cuándo?
Los sistemas mediterráneos comparten con los tropicales su gran sensibilidad al cambio global y sus altos niveles de diversidad, comparables en magnitud en algunos sistemas manejados como las dehesas (8). Las reservas mediterráneas dedicadas al seguimiento, la docencia y la investigación podrían pues cumplir papeles similares a los de las reservas tropicales. Nada más lejos de la realidad en nuestro país, desgraciadamente. Poco o ningún seguimiento de la biodiversidad se realiza en las reservas públicas, mucho más centradas en la exclusión de usos excepto los recreativos y a la gestión de especies amenazadas, como por otra parte ocurre en casi todo el mundo.
Los programas de Pagos por Servicios Ambientales existentes en Costa Rica, mediante los cuales se ofrecen compensaciones económicas a los propietarios que deciden no explotar sus terrenos, han propiciado la proliferación de reservas privadas en este país. Estas ayudas a la conservación de la biodiversidad en tierras privadas son escasas o inexistentes en España, lo que suele provocar que la mayoría de las fincas privadas de alto valor que podrían ser adecuadas para la creación de reservas sean dedicadas a actividades productivas como la caza mayor. La falta de ayudas económicas también supone un impedimento para fundaciones y ONG interesadas en adquirir terrenos para dedicarlos a la creación de reservas.
Aun así, en España existen un puñado de reservas privadas cuyos propietarios son las organizaciones que las gestionan, como la reserva de tortugas moras Las Cumbres de Galera, adquirida por el Fondo Patrimonio Natural Europeo, o la reserva ornitológica de Las Almoladeras, de SEO/BirdLife. La fórmula más habitual no es, sin embargo, la adquisición, sino los acuerdos de gestión entre propietarios y organizaciones conservacionistas englobados en el concepto de Custodia del Territorio, como el histórico Refugio de Rapaces de Montejo de la Vega, de WWF-Adena. Una infraestructura estable es el primer paso para establecer un programa de seguimiento que permita denominarla estación biológica. Mantener estos programas en el tiempo, atrayendo investigadores interesados e instituciones que aseguren su reemplazamiento cuando se hartan o se jubilan, es otra historia.
La Reserva Pacuare
Rodeada por el mar Caribe y el sistema de canales de Tortuguero, la Reserva Pacuare (Matina, Costa Rica) fue creada en 1989 por John Denham, un ciudadano británico que, consciente de la importancia de la biodiversidad del lugar, decidió comprar las 800 hectáreas que la componen para permitir la regeneración natural del bosque lluvioso tropical, parte del cual había sido aclarado para la cría y mantenimiento de ganado. La Reserva cuenta con dos estaciones científicas compuestas por cabañas de madera y chapa, que sirven de alojamiento y base logística. Ambas estaciones se encuentran en zonas aclaradas cercanas a la playa, con el suelo cubierto de hierba y con árboles y arbustos ornamentales, además de algunos frutales. La matriz que rodea las estaciones está compuesta principalmente por bosque secundario, en un proceso dinámico de recuperación tras su uso productivo y el impacto periódico de las tormentas y huracanes caribeños. Parte del bosque es accesible gracias a senderos que conectan las estaciones entre sí y con los embarcaderos por los que se accede a la Reserva a través de los canales. La gran mayoría del bosque es sin embargo prácticamente inaccesible debido a la alta densidad de vegetación y los canales que lo rodean. Las estaciones son usadas por voluntarios de todo el mundo que participan en la vigilancia y seguimiento de las puestas de tortuga laúd (Dermochelys coriacea), que anida en altas densidades en los 6 km de playa de la Reserva. También son alquiladas a turistas interesados en la observación de tortugas marinas o aves, y a grupos de estudiantes que realizan aquí sus trabajos prácticos, como es el nuestro.
Vista aérea de una de las estaciones científicas de la Reserva Pacuare (foto: Batsù Estudio).
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El Máster en Biodiversidad en Áreas Tropicales y su Conservación (UIMP-CSIC)
Uno de los pocos cursos de posgrado en España que establece colaboraciones con reservas naturales privadas del trópico es el Máster en Biodiversidad en Áreas Tropicales y su Conservación (http://www.masterenbiodiversidad.org/). Es uno de los escasos cursos de posgrado que ofrece el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), una universidad sin profesorado permanente. El diseño del Máster no está por tanto supeditado a ningún programa universitario de grado y su profesorado, hecho que permite la incorporación como docentes de investigadores que trabajan en varios centros de investigación y universidades en función de la adecuación de sus trayectorias profesionales a los objetivos del Máster. Las prácticas de campo se realizan durante el primer mes de la estación seca principal de Costa Rica (abril-mayo), mediante convenios con la Reserva Pacuare (bosque lluvioso caribeño de tierras bajas), la estación científica de Playa Cabuyal (costa y bosque seco de la costa pacífica), y otras reservas privadas de bosque montano como Monteverde o Tirimbina.
Prácticas en Costa Rica del Máster en Biodiversidad en Áreas Tropicales y su Conservación (foto: J. L. Nieves).
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BIBLIOGRAFÍA
(1) Hemmen G.E. (2010). Royal Society expeditions in the second half of the twentieth century. Notes and Records of the Royal Society, 64: 89–99.
(2) Hora, B., Marchant, C. & Borsdorf, A. (2018). Private Protected Areas in Latin America: Between conservation, sustainability goals and economic interests. A review. Journal on Protected Mountain Areas Research and Management, 10: 87-94.
(3) Levey, D.J. (1988). Tropical wet forest treefall gaps and distribution of understory birds and plants. Ecology, 69: 1076-1089.
(4) Wunderle, J.M., Willig, M.R. & Henriques, L.M.P. (2005). Avian distribution in treefall gaps and understory of terra firme forest in the lowland Amazon. Ibis, 147: 109-129.
(5) Aycart, P. & Díaz, M. (2021). Low-intensity landscaping of research facilities increased taxonomic, functional and phylogenetic bird diversity in a lowland rainforest. Ardeola, 68: 355-371. DOI: 10.13157/arla.68.2.2021.ra3
(6) Díaz, M., Stiles, F.G. & Tellería, J.L. (1995). La comunidad de aves en un gran claro permanente de la selva amazónica: la Sierra de Chiribiquete (Colombia). Ardeola, 42: 191-200.
(7) Garrigues, R. & Dean, R. (2017). Aves de Costa Rica. Guía de campo. Zona Tropical Press, San José de Costa Rica.
(8) Díaz, M., Pulido, F.J. & Marañón, T. (2003). Diversidad biológica y sostenibilidad ecológica y económica de los sistemas adehesados. Ecosistemas, 2003/3 (http://www.aeet.org/ecosistemas/033/investigacion4.htm)
AUTORES
Pablo Aycart (pablo.ayclaz@gmail.com) es estudiante del Máster en Biodiversidad en Áreas Tropicales y su Conservación y antiguo asistente de investigación en la Reserva Pacuare.
Mario Díaz es investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) y profesor de teoría y prácticas en el citado máster.
AGRADECIMIENTOS
El Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Costa Rica (SINAC) y a la Comisión Nacional para la Gestión de la Biodiversidad (CONAGEBIO) facilitaron los permisos necesarios para la realización de este proyecto y todos los demás que constituyen las prácticas del máster.
Nota de Redacción: Una versión más resumida de este artículo se ha publicado en el cuaderno 425 de la revista Quercus (julio de 2021).