Azara contactó con la cultura paleolítica en sus viajes por América meridional

Por Benigno Varillas

El cartógrafo aragonés Félix de Azara (1742-1821) conoció bien a los cazadores-recolectores de cultura paleolítica que quedaban en Sudamérica en el siglo XVIII, al convivir con ellos durante 19 años. En 1781 fue enviado a delimitar la frontera del imperio español en la demarcación con el portugués, a la altura de lo que hoy son las regiones fronterizas de Brasil, Uruguay, Argentina y Paraguay. En su tiempo libre, que fue mucho, se dedicó a observar la naturaleza. Entre las especies que avistó estaba Homo sapiens en estado silvestre. En una nota a su hermano Nicolás, comenta: “He pasado los veinte mejores años de mi vida en los confines de la Tierra, olvidado de mis amigos, sin libros, sin ningún escrito razonable, continuamente ocupado en viajar por desiertos y espantosos bosques, casi sin ninguna sociedad más que la de las aves del aire y los animales salvajes” (1).

Valorado por sus aportaciones zoológicas y evolutivas, nunca se menciona el capítulo X del libro en el que Azara describe y diferencia bien a los nativos mansos de los bravos que conformaban las treinta tribus paleolíticas que menciona junto al resto de la fauna. Los biólogos que abordan la figura de Azara ignoran que el humano paleolítico es un animal, racional e inteligente, pero uno más de la vida silvestre de un territorio.

AUTOR
Benigno Varillas Suárez es periodista e instauró en 1976 la sección Ecología en el diario El País. En 1981 fundó con Teresa Vicetto la revista Quercus y los cuadernos El Cárabo. En 2022, con el PodCast www.elanimalhumano.com y la tercera edición de su biografía sobre Félix Rodríguez de la Fuente, que amplía la primera de 2010, profundizará en el mensaje del gran divulgador naturalista sobre la necesidad de devolver la libertad a los herbívoros domesticados, recolonizando la España vacía con ellos y con teletrabajadores-conservacionistas internacionales que ayuden al lobo y a los depredadores a recuperar su territorio, al tiempo que generan en zona rural remota y desfavorecida una industria cultural digital que dé una economía sostenible y rentable, con futuro, a los jóvenes.