A pesar de la importancia que tienen los recursos marinos para nuestra sociedad, el conocimiento que tenemos de la biodiversidad marina y el funcionamiento de sus ecosistemas es muy inferior al que se ha alcanzado con sus homólogos terrestres. Incluso aspectos como la variabilidad de las condiciones ambientales físico-químicas (temperatura, salinidad, oxígeno disuelto o corrientes), clave no sólo para comprender los ecosistemas, sino también el papel que juega el océano como modulador del sistema climático global, se ven limitados por el déficit de observaciones regulares.
En las plataformas y taludes continentales se localizan ecosistemas que se explotan de forma sistemática como recursos pesqueros. El rápido deterioro del estado de muchas pesquerías apremia el desarrollo de modelos de gestión sostenible, los cuales demandan conocimiento científico sólido que tenga en cuenta la interacción de todos los componentes de los ecosistemas marinos entre sí y con las condiciones ambientales. Para mejorar este conocimiento es imprescindible disponer de medios que permitan hacer una monitorización continuada en el tiempo. Además, los métodos de pesca utilizados en el último siglo han dañado los ecosistemas profundos, los cuales contienen hábitats formados por organismos de crecimiento muy lento, tales como arrecifes de corales de aguas frías, agregaciones de esponjas o bosques de gorgonias.