Por Salvador Herrando-Pérez
Muchas personas con las que nunca nos topamos cara a cara toman decisiones que condicionan nuestra vida cotidiana. A las especies les pasa lo mismo cuando están vinculadas entre sí a través de las llamadas cascadas tróficas. Una cascada trófica ocurre cuando un depredador limita la abundancia o el comportamiento de una presa y, como resultado, se potencia o debilita la supervivencia de especies en el nivel trófico inferior, que nada tienen que ver con el depredador (1). Un ejemplo de libro son las nutrias marinas (Enhydra lutris). Estos mustélidos cazan y mantienen a raya a los erizos de mar de la especie Strongylocentrotus polyacanthus, favoreciendo el esplendor de los bosques de algas laminarias, cuyos frondes son comidos por los erizos. Si quitamos al depredador de la ecuación, habrá más erizos y menos laminarias, y esto es precisamente lo que ha ocurrido en las costas del Pacífico Norte (2, 3).
AUTOR
Salvador Herrando-Pérez
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