Por Guillermo Blanco
Los pasados 23 y 24 de noviembre se conmemoraron los cuarenta años de la revista ambiental Quercus con un homenaje en el XIV Congreso Nacional de Periodismo, convocado por la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA), y la posterior plantación de setecientos árboles autóctonos en el Parque Regional del Sureste, en recuerdo a los pioneros que apoyaron esta idea en 1981.
El Parque Regional del Sureste se localiza en la periferia de Madrid, lo que supone numerosas presiones derivadas del desarrollo urbanístico asociado a la gran ciudad. Este lugar es además zona ZEPA y ZEC por lo que forma parte de la Red Natura 2000 de espacios protegidos de la Unión Europea.
La implantación acelerada de las energías renovables en España está dando lugar a la solicitud de instalar parques solares en terrenos considerados sin valor ambiental, cuando en realidad representan santuarios de especies endémicas, singulares y amenazadas. Un ejemplo de ello lo hemos conocido recientemente. Se trata de la propuesta de instalar una planta solar fotovoltaica (“Aldehuela”) de 258 hectáreas, con una potencia pico de unos 130 megavatios, en el interior del Parque Regional del Sureste, en terrenos del término municipal de Getafe (Madrid). El área propuesta incluye hábitats de gran importancia como zona de alimentación de aves rapaces y esteparias.
Además, para evacuar la energía producida se propone una línea de alta tensión que cruza por un amplio pasillo natural y supondría la destrucción de la zona mejor conservada de sotos fluviales del río Manzanares. En este tramo se asientan importantes núcleos de cría, dormideros invernales y zonas de asentamiento durante la migración de varias especies de aves.
Atentado contra la razón
La zona afectada por el parque solar incluye las poblaciones reproductoras y migradoras de milano negro (Milvus migrans) numéricamente más importantes de Europa occidental.
El cernícalo primilla (Falco naumanni), catalogado como “En peligro de extinción” en la Comunidad de Madrid, con poblaciones en franca decadencia, se vería también muy amenazado. Además, el milano real (Milvus milvus), catalogado en España como “En peligro de extinción”, tiene en la zona uno de los dormideros invernales más grandes de la especie en nuestro país, así como una incipiente población reproductora.
¿Para qué sirven los espacios protegidos si no es posible evitar que sean invadidos por actividades industriales incompatibles con la biodiversidad? ¿No es posible ubicar estas plantas solares, sin duda necesarias, en lugares donde no entren en conflicto con los objetivos de conservación? Esperemos que las administraciones encargadas de proteger el patrimonio natural estén a la altura y actúen en consecuencia impidiendo este atentado contra la razón.
AUTOR
Guillermo Blanco es investigador científico del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC).
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