Por Salvador Herrando-Pérez y Natacha Aguilar de Soto
Es fácil inquietarse cuando oímos una sirena en la calle. Una ambulancia, los bomberos o la policía pueden recordarnos si alguna vez nosotros mismos, o alguien cercano, sufrimos un infarto, un incendio o un robo. Los animales también pueden asociar sonidos con situaciones de riesgo que han experimentado antes, en su vida o en la historia evolutiva de una especie, como el ataque de un depredador. Así, gran variedad de cetáceos son presas de las orcas (1) y, no sólo reconocen la cercanía de su mayor enemigo por los sonidos, sino que las vocalizaciones de algunas especies han evolucionado para quedar fuera del espectro auditivo de las orcas (2). El hecho es que, ante un estímulo como un sonido amenazante, las especies deben decidir si el riesgo de ser cazados es suficiente para interrumpir actividades esenciales como alimentarse o reproducirse (3). Lo curioso es que hay señales de alarma tan generales en el reino animal, como un simple ruido, que al percibirlo las presas pueden reaccionar invirtiendo tiempo y energía en protegerse, sin que necesariamente haya una amenaza real (4).
AUTORES
Salvador Herrando-Pérez y Natacha Aguilar de Soto
salherra@gmail.com