Un año más, los incendios han sido protagonistas indeseables del verano. Al cierre de este número de Quercus, parecen ya lejanos los de la Sierra de la Culebra y Las Hurdes. Pero sus consecuencias seguirán patentes durante mucho tiempo. Como suele ser habitual, al calor y al viento se ha unido la falta de lluvia. Los ingredientes de la tormenta perfecta. Como bien apunta Ramón Gómez, nuestro experto en hierbecillas silvestres, que se dejen de buscar excusas en una cuestionable suciedad de los bosques (págs. 56-57). Una cosa es la biomasa vegetal y otra muy distinta la basura.
No, coletillas aparte, hay que procurar enfocar el problema desde una perspectiva más amplia, como proponen Alejandro B. Laverkas y Juli G. Pausas (págs. 72-73). Para empezar, no todos los lugares que se incendian son iguales, lo que debería sugerir ya diferentes soluciones. Ellos ahondan en las que están relacionadas con la conservación de la naturaleza, pero otros expertos podrían hacer aportaciones semejantes en sus respectivos sectores. La respuesta ha de ser necesariamente multidisciplinar y a largo plazo. No hay recetas mágicas. Lo dicen bien claro: “una vez ocurrido un incendio, es recomendable evitar la toma de decisiones de manejo precipitadas o basadas en modelos de gestión que eran apropiados para las condiciones del pasado.” Nunca como hasta ahora habíamos tenido incendios tan frecuentes, severos e intensos. Algo tendrán que ver el éxodo rural y el cambio climático.
Las organizaciones ecologistas también se han pasado el verano emitiendo informes y notas de prensa, como puede apreciarse en nuestras secciones de actualidad. Por buscar una conexión con los contenidos de este número de la revista, la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) recuerda que las especies en declive y las zonas que se hayan visto afectadas por el fuego deben quedar libres del impacto añadido que supone la media veda, una modalidad de caza que suele iniciarse a mediados de agosto. La codorniz (págs. 12-17) encajaría perfectamente en este supuesto, una especie de la que se cazan más de un millón de ejemplares cada año según las estadísticas oficiales publicadas por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. La situación actual del corzo es muy otra, pero el hecho de ser abundante no justifica que se sigan cometiendo irregularidades difíciles de justificar, como la que relata Javier Talegón en la carta recuadrada que insertamos en la página de al lado.
SEO/BirdLife ya advirtió a mediados de julio, cuando los incendios se asomaron al Parque Nacional de Monfragüe, que podrían verse afectadas especies tan valiosas como el buitre negro. Pues bien, las peores previsiones enseguida se cumplieron. No en Cáceres, pero sí en Ávila. El incendio de Cebreros se cobró la vida de tres pollos de buitre negro marcados por Grefa con emisores GPS durante la temporada de cría (págs. 40-41). Tres con absoluta seguridad, pues pudieron recuperarse sus emisores chamuscados, pero se sospecha que el fuego y el humo podrían haber acabado con otros integrantes de esta pequeña colonia, satélite de la histórica asentada en el valle de Iruelas.
El fuego es un problema muy serio, como han empezado a comprobar en otros países europeos. Por no hablar de California, donde han sido devastadores en los últimos años, con cifras escalofriantes sobre víctimas humanas y daños materiales. Los incendios no son una serpiente de verano, aunque las condiciones meteorológicas de la estación sin duda los favorecen. Ahora empieza a circular que deben combatirse durante todo el año y así es, un lema pegadizo y que ha calado con éxito en los medios de comunicación. Pero ya veremos en qué terminan tan loables propósitos. Estamos de acuerdo en el qué, pero aún queda mucho por decir sobre el cómo.