Por Iván Lizcano
A simple vista, de todas las opciones que tiene, parece que ha escogido la peor. Es cierto que desde ese nido puede observar más terreno y controlar así cuanto se mueva a su alrededor en los próximos meses, durante el periodo crítico de la puesta y la crianza de los pollos. Cerca del nido donde permanece quieta desde hace un rato, oteando la zona, hay otro más protegido por la vegetación colindante, justo en el borde de una pequeña masa forestal compuesta en su mayoría por pinos carrascos, algunas encinas y varios enebros. Sin embargo, esta hembra de milano real ha estado durante varios días entrando y saliendo del nido que finalmente ha elegido, a pesar de que ahora mismo el chopo que lo sostiene apenas tiene hojas y los árboles vecinos están en condiciones similares, completamente desnudos, con lo que no le ofrecen demasiada intimidad.
El territorio es bueno, ya que abundan los conejos y eso significa que no va a faltarle alimento a su descendencia. En lo alto de un poste en desuso que le sirve de atalaya puede verse al macho girado hacia el nido y dirigiendo alguna mirada a las carreras de los conejos. Pero el sonido de un disparo hace que levante el vuelo y se aleje un poco de su oteadero.
AUTOR
Iván Lizcano Ochaita es técnico superior en Gestión Forestal y del Medio Natural, profesión que ejerce para la Administración General del Estado en tareas relacionadas con la flora, la fauna y el medio ambiente. También es miembro de la Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos (SECEM).
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