| Imagen de uno de los famosos campamentos “Félix Rodríguez de la Fuente”, fotografiado en 1975 en las Hoces del Riaza (Segovia). |
El 'bosque-escuela', un recurso pedagógico ambiental que viene de lejos
jueves 22 de diciembre de 2022, 11:56h
Acercar a los más pequeños y a los jóvenes a la naturaleza, a través de actividades y campamentos, parece algo muy novedoso. Sin embargo, en España, la Institución Libre de Enseñanza ya en el s. XIX organizaba salidas al medio natural y, más recientemente, Félix Rodríguez de Fuente fundó los ya míticos "Campamentos de la naturaleza". Nos lo cuenta el autor de este artículo desde su propia experiencia como educador ambiental.
Texto y fotos: Antonio Ruiz Heredia
Son cada vez más frecuentes los artículos, noticias y comentarios en los que se divaga, especula y afirma sobre el recurso al que se ha dado en denominar bosque-escuela, como modelo educativo novedoso de enseñanza al aire libre. Se trata de algo realmente interesante, útil y atractivo, de lo que los enseñantes españoles sensibilizados por estos temas sabemos bastante. En dichos artículos se llega a afirmar que es algo importado de los países escandinavos, donde se dice que nació en los años 50 del pasado siglo. Del mismo modo, podemos leer que, según aseguran, el primer centro docente experimental, comenzó su andadura en nuestro país hacia el año 2012.
Sin embargo puedo aseverar, sin ningún género de dudas y sin temor a equivocarme, que la tradición educativa renovadora, que tiene que ver con el acercamiento al campo, al bosque o a la montaña, a la naturaleza en definitiva, es mucho más antigua en nuestro país, bastante anterior a los años cincuenta y por supuesto muy anterior a 2012.
Todo empezó en 1876 La Institución Libre de Enseñanza, fundada por Francisco Giner de los Ríos, Federico Rubio y Hermenegildo Giner y en la que también participaron Manuel Bartolomé Cosío, Joaquín Costa, Augusto González de Linares y unos cuantos profesores más, comenzó llevando a cabo actividades de acercamiento al medio natural, higienismo, excursiones didácticas por la Sierra de Guadarrama, observación de la naturaleza e incluso clases didácticas en pleno bosque, allá por el año 1876.
Un grupo de jóvenes sale de un aula de la naturaleza situada en pleno bosque.
En 1887, comenzaron a desarrollarse las que se conocieron como colonias escolares (1), durante las cuales primaba la coeducación, los juegos, las excursiones y la enseñanza del arte y en las que niños y niñas elaboraban, además, un diario donde plasmaban sus vivencias. Estas colonias se llevaron a cabo en San Vicente de la Barquera (Cantabria), de manera ininterrumpida hasta 1936. En 1978, la Institución Libre de Enseñanza, ya legalizada con el nombre de Fundación Giner de los Ríos, recuperó las renombradas colonias de vacaciones, desarrollándolas esta vez en Villablino (León).
Simultáneamente, funcionaron de manera experimental durante las primeras décadas del siglo XX, en algunos puntos aparentemente dispersos del estado como Aragón, Cataluña, Madrid o La Mancha, experiencias sumamente interesantes que acercaban a niños y jóvenes al campo, a las sierras, al bosque o al ámbito rural. En 1914, el Consell de Pedagogía de la Generalitat de Cataluña, dirigido por Prat de la Riba y A. Galí, promovió la primera escuela de verano (Escola d'Estiu), que estaba dedicada a la formación de maestros, profesores y estudiantes. Algunos destacados maestros como Pere Verges, Joseph Puig o Artur Martorell, aportaron mucho a esta nueva conciencia educativa.
En el mismo año, el ayuntamiento de Barcelona inauguró en Montjuic la Escuela del Bosque (Escola del Bosc) que, dirigida por Rosa Sensat, funcionó como parte de un plan de renovación pedagógica llevado a cabo por las autoridades municipales y que sólo dejó de hacerlo a causa del golpe de estado, la guerra civil y la dictadura que vino a continuación. En esos días, dicha corporación municipal envió a Roma maestros becados a aprender el "método Montessori", que posteriormente trató de implantar en "La Casa dels Nens" y "La Escola Montessori", dos centros de nueva creación (2).
Y después llegó Félix... Después de un forzado lapsus de casi cuarenta años, en el año 1975, Félix Rodríguez de la Fuente montó en un bosque de encinas, dentro del Refugio de Rapaces de Montejo (Hoces del Riaza, Segovia), y promocionado por ADENA-WWF, asociación de la que era vicepresidente, una instalación para lo que él mismo denominaría "Campamentos de la naturaleza", en los que chicos y chicas de diferentes edades y en grupos reducidos, convivirían emboscados en sus tiendas de acampada durante algunas semanas, observando, experimentando y viviendo en primera persona todos los procesos naturales que aparecían ante sus ojos: flora, fauna y gea, orientados por sus monitores y monitoras (3).
En estas pequeñas cabañas, construidas en mitad del bosque, se puede pasar la noche y observar el entorno natural.
En 1977, yo mismo logré organizar una “Sección Juvenil” dentro de la asociación ecologista AEPDEN, iniciándose lo que denominamos “Campamentos-escuela de la naturaleza”, que se desarrollarían durante los veranos, en distintos lugares de nuestra geografía, hasta mediados de los años 80 y siempre en el bosque.
Grefa, Greenpeace, Ándalus, GOB, Retama, Fapas y Melojo son algunas de las asociaciones que tomaron el relevo, llevando a cabo campamentos naturalistas para jóvenes, durante los últimos 25 años o más, aportando mucho de ellas mismas y creando un amplio abanico de ofertas y posibilidades para que niños y jóvenes pudieran acercarse a la naturaleza, a la montaña y al bosque, para aprender a observarlos, valorarlos, defenderlos y protegerlos mejor.
El “bosque-escuela” no es nada nuevo Por lo que he podido comprobar visitando las diferentes páginas web de las entidades que ofertan actividades de “bosque-escuela”, lo hacen anunciando algo que venden como absolutamente novedoso y original, cosa que, como ya he explicado, no es exacta. Sin embargo, los planes de actividades, desarrollo y filosofía en general son similares y prácticamente en todas ellas se llevan a cabo durante fines de semana, puentes y época veraniega, tal y como lo hemos venido haciendo desde hace cuarenta años, por lo que no resulta muy prudente obviar toda esa increíble historia educativa medio ambiental de nuestro país, como si nunca hubiese existido, no mentándola siquiera (¡no aparece ni en la wikipedia!) y arrogarse en exclusiva méritos e ideas que otras personas y entidades han obtenido, trabajado y sudado durante años.
Al respecto de las actividades de campo, añadiré que lo más importante no es el mero desarrollo de cada una de ellas, sino el hecho de intentar conseguir llevarlas a cabo de manera continuada en el tiempo, de modo que cada una sea capaz de enlazar con la siguiente, sin que queden aisladas, estancas y únicamente como algo anecdótico en el ánimo de los escolares asistentes: “Una vez estuvimos en un bosque haciendo cajas nido…”. Pero esto resulta tremendamente complicado con el modelo educativo actual ya que no sólo depende en gran manera de cada comunidad autónoma o de los centros educativos (públicos o privados), que no suelen estar por la labor, sino también de los pocos docentes, maestros y maestras de primaria y profesores y profesoras de secundaria y bachillerato, que deciden implicarse en actividades que se puedan prolongar a lo largo del curso escolar, y mucho menos que estén dispuestos a utilizar su tiempo libre y vacaciones para ello. Se trata, pues, no sólo de una cuestión de ideología, plan de estudios, programa y presupuestos, sino también de una simple y llana cuestión vocacional, cosa que conozco perfectamente por experiencia propia.
Aprendiendo a observar pequeños animales antes de liberarlos.
El Molino de Arriba, educación ambiental en Madrid En 1991, (bastante antes del año 2012 por cierto), un reducido grupo de amigos naturalistas, estudiantes, maestros, monitores, etc., al que tuve el honor de pertenecer, y que veníamos organizando desde hacía años escapadas al bosque, al campo y a zonas rurales, acampadas, campamentos de verano y otras actividades con grupos juveniles de algunas de las asociaciones ya mencionadas, fundamos el que sería el primer Centro de Educación Ambiental autorizado de la Comunidad de Madrid (por cierto, inmerso en un bosque de robles). El grupo inicial de voluntarios se fue reduciendo con el paso de los años, por aquello de la falta de recursos, de trabajo estable, de una remuneración adecuada e incluso, me atrevo a asegurar, también a causa de cierta escasez de la ya mentada “cuestión vocacional”.
Dicho centro, conocido como El Molino de Arriba – por ubicarse en una finca donde se conservan las ruinas de una edificación de estas características, ejemplo de arquitectura rural– ha seguido funcionando, una veces mejor que otras, pero siempre sin perder esa esencia propia del lugar donde reunirse para aprender a observar el medio que nos rodea, su fauna y su flora, tan enriquecedoras de nuestro espíritu y nuestro ánimo, así como de la enorme y nunca perdida curiosidad infantil.
Desde entonces –y ya van treinta años– nos emboscamos con los escolares participantes, durante fines de semana, puentes, periodos vacacionales de verano y siempre que podemos, en un espacio al que no se nos ocurrió denominar “bosque-escuela” (aunque en realidad lo fuera), sino “Campamento-escuela de la naturaleza”, que se le parece mucho. Por eso nos extraña bastante y nos sorprende enormemente a quienes hemos trabajado y seguimos haciéndolo en la actualidad, esa afirmación tan aventurada de que este tipo de experiencias existen en nuestro país desde el año 2012 (4).
Cartel con ilustraciones de las aves del bosque, en un centro de interpretación.
Aprendimos de los libros en los que se citaba a Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza; a María Montessori, Gean Piaget, Francesc Ferrer i Guardia, Alexander S. Neill, Jacques Yves Cousteau, Gerald Durrell y Félix Rodríguez de la Fuente. No había internet y por lo tanto tampoco el rincóndelvago.com ni Wikipedia. Todo fue a base de investigación pura y dura en librerías y bibliotecas. Ahora lo tenemos más fácil, el trabajo se simplifica un poco, pero… ¡cuidado! No todo lo que aparece en internet es exacto, a veces ni siquiera es cierto y en muchas ocasiones no está lo que buscamos y si lo está, lo encontramos sesgado, resumido, cortado, mutilado…o falseado, en función de quien o quienes lo hayan redactado y subido a la web. Hay que tener mucho cuidado para seleccionar lo que nos interesa, hacer un buen trabajo, además de tener ciertos conocimientos previos para ser capaces de diferenciar unas cosas de otras.
No nos olvidemos de los pioneros Desde este espacio de la web de Quercus, esa revista tan representativa y docta, en las que se reflejan muchos de nuestros pensamientos, los de aquellos educadores ambientales que gustamos de programar, experimentar, poner en práctica y difundir ideas novedosas que tienen que ver con la didáctica de la naturaleza y mucho más, quisiera reivindicar ese trabajo silencioso, poco remunerado y, en ocasiones, poco valorado que muchos y muchas venimos desarrollando desde hace años, unas veces privadamente, otras desde asociaciones o desde la escuela donde damos clase habitualmente.
Que nadie llegue a pensar que esa actividad que llevamos a cabo desde hace lustros la han inventado ciertas empresas que se anuncian en internet y otros medios, pues resulta que los demás también existimos e igualmente existieron aquellos y aquellas que fueron pioneros hace más de cien años y de los que algunos parecen haberse olvidado.
Bibliografía (1) Una antología Pedagógica de Manuel Bartolomé Cossío. Jaume Carbonell (MEC, 1985). (2) Educación, medio ambiente y didáctica del entorno. Antonio Ruiz Heredia. ED/Popular. Madrid, 2008. (3) La leyenda de las cárcavas. Varios autores. Ed./ Universa Terra. 2008. (4) El bosque, un libro y un sueño. Antonio Ruiz Heredia. ED/Ars Templis Ediciones. 2021.
AUTOR Antonio Ruiz Heredia (antonioruizheredia@gmail.com) es profesor y autor de varios libros sobre ecología, medio ambiente y educación ambiental, dirigidos a monitores, profesores y escolares.
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Últimos comentarios de los lectores (9)
11655 | Mercedes - 14/01/2023 @ 13:28:47 (GMT+1)
Me parece muy interesante e instructivo el artículo del Sr. Ruiz Heredia aclarando el proceso histórico de la Educación Ambiental en España poniendo en jaque a ciertos aficionados que pretenden haber descubierto la pólvora en el siglo XXI. Nada que añadir.
En cuanto al comentario sobre los "Boy Scouts", me gustaría comentar que, en los años 60-70 del siglo pasado, yo acudía a un colegio de monjas en Madrid en el que militaba como "Girl" en un grupo de "Boy Scouts" en el que, naturalmente, todas éramos "Girls".
En mis años vividos en Alemania conocí a una mujer que, sin conocimiento de causa, era miembro de las Juventudes Hitlerianas. Sus relatos siempre me evocaban las experiencias vividas en aquel grupo escultista: el uniforme, el cultismo por el pañuelo, las rígidas jerarquías, el militarismo, las condecoraciones, el saludo, esta vez con el brazo izquierdo, con el lema: " Siempre listas para servir" y las misas interminables... Sinceramente, todos esos recuerdos superan con creces a todo lo relativo con educación ambiental.
El movimiento "Boy Scout" surgió por iniciativa de un regio militar británico a principios del siglo XX, cuyo auge obtuvo en la guerra de Sudáfrica, país en el que el conocimiento del medio natural para la suoervivencia es tan vital como el pan nuestro de cada día. De ahí la obligación tradicional de aprender a sobrevivir en condiciones extremas aunque los objetivos ideales sean otros.
Supongo que el Sr. Ruiz Heredia también pertenece a esa generación que, a trancas y barrancas, soñaba con el objetivo de crear y formar parte de un mundo mejor, más libre, respetuoso y comprometido con las Naturaleza y el ser humano a través de las Educación Ambiental como todos esos pioneros y educadores mencionados por él desde el siglo XVIII, y tantos otros hasta el día de hoy que, incluso en la sombra, ser centran únicamente en este objetivo.
No me imagino anuestro añorado y querido Amigo Félix con un ejército detrás de uniformados izando banderas y cantando himnos militares en formación.
En conclusión, creo y reitero que los ideales son diferentes.
11654 | Jesús Cobo Anula - 14/01/2023 @ 13:26:48 (GMT+1)
Felicitar a Antonio Ruíz no solo por el magnífico trabajo de recopilación de la historia de los campamentos de naturaleza, sino también por ser uno de los pioneros en nuestro país y continuar desarrollando esta labor de educación ambiental tan importante. Tuve la fortuna de participar como acampado en 1977 en el campamento de naturaleza de Adena -actual WWF España- en el Barranco de Valugar, en las hoces del Riaza, con monitores procedentes del mundo del ecologismo y la biología, con un joven Fidel José Fernández y Fernández-Arroyo como observador y con muchos compañeros que nunca olvidaremos las enseñanzas y experiencias que gracias a ello vivimos. De hecho, fue la semilla para que algunos de nosotros seguimos vinculados a la conservación de la Naturaleza y al de estos parajes. Enhorabuena por el artículo y gracias por tu trabajo Antonio.
11652 | Antonio Ruiz - 11/01/2023 @ 11:57:36 (GMT+1)
Sr. D. Gabriel Saiz: sólo el título de su comentario, es un insulto que usted me hace. "Fallo, olvido u otra razón desconocida". ¿Razón desconocida?Voy a contestarle a usted, pero lo haré por privado, pues no deseo polémicas públicas y mucho menos que impliquen a la revista Quercus, que ha tenido la amabilidad de publicar mi artículo sobre "Bosque-escuela" e incluso su comentario. Saludos.
11651 | Federico - 11/01/2023 @ 11:32:25 (GMT+1)
Excelente artículo que recoge las mejores tendencias en educación ambiental desde una perspectiva histórica. Desde Giner hasta hoy educar en la naturaleza es clave para la generación de valores ambientales.
11650 | Juan de la Vara - 10/01/2023 @ 22:12:00 (GMT+1)
Oportuno, documentado y justo artículo de Antonio Ruiz. Sin desconsiderar los más recientes proyectos y propuestas de pedagogía ambiental, el autor reclama el lógico reconocimiento de aquellos y aquellas que con muy pocas herramientas y, lo que significaba mayor dificultad... la incomprensión de determinados sectores educativos que entendían como "fuera de la realidad educativa" la innovación que suponía educar en la naturaleza y con la naturaleza.
Yo soy uno de esos niños que empecé a salir al campo, a la montaña... a la naturaleza, con Antonio...-entrañablemente, Pipo, por su inseparable cachimba-. Des pues, continúe en las organizaciones medioambientalistas y ecologistas que Antonio y otras buenas gentes ivan alumbrando, como monitor.
Cómo niño, disfruté, jugué, experimente, aprendí y conocí personas y lugares y sobre todo entable mis primeras relaciones con el respeto incondicional al medio natural.
Cómo joven, esta experiencia me construyó, indudablemente, como persona, hasta el punto de llevar mi formación hacia el magisterio.
Y si algo agradezco en grado sumo, a esa experiencia personal de las salidas al campo, a aprender, a disfrutar, a jugar, pero también a respetar y a cuidar... y por supuesto, a Antonio... Pipo .. y otros y otras más, es que nunca, nunca he perdido el interés y la voluntad de valorar y defender todo, todo lo que significa nuestra casa, el Planeta Tierra.
11649 | Esther Montero - 10/01/2023 @ 17:19:59 (GMT+1)
Me ha parecido muy interesante el artículo sobre todo porque aporta datos veraces y realiza un buen recorrido histórico de los bosques escuela. Describe bien estas pedagogías útiles que llevan utilizandose desde hace más de 2 siglos y que ahora se intentan comercializar y monetizar, como algo innovador, siendo solo sus destinatarios determinadas clases sociales privilegiadas económicamente.
11648 | Jose - 10/01/2023 @ 15:46:13 (GMT+1)
Hola:
Me ha parecido un artículo de gran interés, muy didáctico y oportuno.
Tuve la fortuna de participar en actividades con los famosos campamentos de ADENA impulsados por Félix Rodríguez de la Fuente, en calidad de monitor, y también más tarde como “jefe de campamento” en instalaciones de otras organizaciones, incluyendo algunos grupos Scout. He de decir que en aquellos años, hablo de 1979 a 1985, los únicos campamentos verdaderas “escuelas de la naturaleza” eran los de ADENA. Después se fueron sumando otras asociaciones. Las experiencias en ellas vividos por niños y jóvenes creo marcaron a varias generaciones, atraídos por los programas divulgativos de Félix y también por una incipiente y mayor sensibilización hacia los problemas conservacionistas en nuestro país.
En aquellos años tuve ocasión de dirigir algún campamento de los Scout; pero de ningún modo eran consideradas “escuelas de la naturaleza” en el sentido que queda plasmado en este artículo, como tampoco lo eran los campamentos de la OJE y sus actividades en plena naturaleza. En el caso de los Scout más bien se trataba de aprendizaje de técnicas de supervivencia, compartir determinados valores como el compañerismo, el esfuerzo personal, la capacidad de adaptación al medio, etc. Nada que objetar a todo ello; pero de ningún modo yo lo veía como un lugar para aprender de forma específica sobre fauna, flora, observación de pájaros… naturalismo, en una palabra.
Nosotros éramos naturalistas. Esa es la diferencia. Por supuesto, habría de todo en los grupos de Scout y con el tiempo habrán evolucionado hacia un mayor acercamiento al estudio de la naturaleza. ¡Pero si en los campamentos de Félix teníamos incluso pequeños laboratorios de campo, prismáticos, alguna lupa binocular, cuadernos para anotaciones, etc! Hacíamos observación directa de aves, se enseñaba a los chavales a clasificar especies, no solo aves, también mamíferos, reptiles, anfibios, insectos,… Impartíamos charlas específicas sobre protección del medio ambiente, hablábamos y comentábamos las últimas noticias relativas a la naturaleza, teníamos un contacto directo con el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza (el cuestionado ICONA) y conseguíamos mapas topográficos, geográficos, material divulgativo. Por no hablar de la colaboración con departamentos universitarios de zoología, ecología, etc. Nada de eso había en otros campamentos.
En fin, mi enhorabuena al articulista.
11646 | Paloma - 09/01/2023 @ 19:53:42 (GMT+1)
Es interesante la reflexión histórica que realiza el autor en su artículo, sobre una experiencia en la que se combina el contacto con la naturaleza de una forma muy directa y la educación ambiental. Una vez leído el articulo me recuerda a mis principios como educadora ambiental en las aulas de Naturaleza itinerantes que allá por los años 1984 tenia la Junta de Castilla León. Yo trabaje varios veranos en la de Ávila a ambos lados de la Sierra de Gredos.
Aunque con instalaciones más sofisticadas y un contacto menos directo, el paisaje que rodeaba a las instalaciones eran muy interactivos.
Este seria un ejemplo que podría ser una actividad intermedia.
11623 | Gabriel Saiz - 25/12/2022 @ 12:45:05 (GMT+1)
¿FALLO, OLVIDO U OTRA RAZÓN DESCONOCIDA?
El 'bosque-escuela', un recurso pedagógico ambiental que viene de lejos y de al lado.
Me parece muy apropiado el artículo escrito por Antonio Ruiz Heredia sobre el origen e historia en España de la pedagogía ligada a la naturaleza, que hoy se llama pedagogía verde, bosque-escuela, escuela-bosque o como se quiera…
Es totalmente lícito que se recuerde, reclame y ponga en valor el papel de aquellos pioneros en la materia y no se caiga en el frecuente error de atribuirse méritos, ni de comunicar a los cuatro vientos que se ha reinventado la rueda. En este sentido, por fallo, olvido u otra razón desconocida, en el artículo de la revista Quercus se elude y no aparece, ni al menos citada, una parte de esa historia, adoleciendo el artículo de lo mismo que reivindica, un análisis parcial.
Si, muchos se habrán dado cuenta, me refiero al escultismo o movimiento scout, presente en España de manera continuada (aunque clandestina en un periodo) desde 1912 hasta nuestros días. Si bien es cierto la anterioridad en el tiempo de la Institución Libre de Enseñanza, fue el movimiento scout el que asentó en todo el territorio y en el tiempo las actividades excursionistas y campamentos de verano (y en otras estaciones) en pleno contacto con la naturaleza, donde se hacía educación ambiental mucho antes de existir esta disciplina. Aunque hay que decir que no se limitaba únicamente al aprendizaje naturalístico, sino que enriquecía la experiencia con la vivencia de un montón de valores, propio de un movimiento educativo integral de la persona.
Numerosos naturalistas y personas de ciencia de el pasado y presente siglo se han forjado y desarrollado sus vocaciones cuando de niños, niñas y jóvenes participaban en grupos scout o similares. Ciertamente un movimiento urbano en nuestro país, pero muy necesario para liberar las mentes de la prisión del asfalto y de los edificios de las ciudades. Así lo cuentan numerosas biografías, que muestran el escultismo como un movimiento liberador (en todos los sentidos de la palabra).
No es raro que ese buen saber hacer del movimiento scout inspirara a Félix Rodríguez de la Fuente para sus campamentos, en los que contó con monitores scout, y con los propios scouts, en sus primeras ediciones (véanse bibliografías de Félix y sus campamentos).
Y es que entre los referentes de esa pedagogía en la naturaleza no puede faltar el fundador del escultismo, Lord Baden Powell of Gilwell, cuyo libro “Escultismo para muchachos” de 1908, llegá a estar entre los 10 libros más vendidos del siglo XX. Entre sus páginas se pueden ver numerosas explicaciones sobre la naturaleza, observación, plantas, animales, rastros, supervivencia, etc. Tal fue la repercusión de esas publicaciones quincenales, que los chavales salían al campo a poner en práctica lo que allí se contaba, mucho antes de formarse los primeros grupos scout.
En mi experiencia personal de biólogo y educador ambiental, desde hace 20 y 15 años respectivamente, reconozco que el papel de lo scouts en el desarrollo de mi vocación naturalista y defensora de la naturaleza se la debo al noventa y mucho por ciento al haber pasado por un grupo scout. Todavía recuerdo todo esos animales que descubríamos en los campamentos, que entraban en la tienda de campaña, que nos cruzábamos en las excursiones. Siempre había algún monitor con alguna lupa, prismáticos o guía de campo para saldar la curiosidad y poner nombre a lo observado. Todavía atesoro frutos, plumas, huesos, egagrópilas…, cual museo de ciencias en un cajón, recogidos de esas caminatas (marchas o raids) en las que atravesábamos bosques, ascendíamos montañas, cruzábamos ríos, descansábamos en pueblos y hablábamos con sus gentes, mucho antes de que esos mismos lugares fueran espacios protegidos, tuvieran planes de uso público y programas de educación ambiental.
Hoy en día cuando, como parte de mi trabajo, aplico como novedad pedagógica en los centros educativos los proyectos, los aprendizajes-servicio, las participaciones ambientales, las ciencias ciudadanas, los recorridos sensoriales, los baños de bosque, etc, no puedo por más de acordarme cuando hacíamos todas esas cosas sin esos nombres en los scouts y valorar la suerte que tuve de pertenecer a un movimiento pionero.
Para terminar, remarcar que es incuestionable el papel del movimiento scout en la historia de la educación ambiental en España (y en otros muchos países), tanto por relevancia en su programa educativo como por su alcance, e imprescindible que se nombre al escultismo en cualquier repaso histórico que se haga de la materia y mucho más si se refiere a sus formas más relacionadas con el conocimiento del campo, los campamentos en contacto con la naturaleza y las actividades educativas en el bosque.
Es Navidad y quiero pensar que se trata de un descuido, de un lapsus o de algo similar. Si por el contrario se tratase de un exclusión intencionada estaría muy interesado en conocer las razones que llevan a esa decisión. También invito a que mis amigos y conocidos scout que han desarrollado una faceta ambiental en su vida, dejen su testimonio, al igual que yo. En cualquier caso, mi reconocimiento y admiración por todas y cada una de las entidades que trabajaron, trabajan y trabajarán por un mayor apego y respecto de las personas con la naturaleza. Nos necesitamos todos, que hay mucho todavía por hacer.
Gabriel Saiz Santo Tomás
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