Por Jesús M. Zúñiga, Mariano Guerrero, Francisco Contreras y José Miguel Barea-Azcón
En el recuerdo de nuestra niñez o adolescencia está ese momento expectante del inicio de El Hombre y la Tierra, cuando Félix con su voz calmada y sonora iniciaba la descripción de las cárcavas, serranías y grandes hoces y tajos de nuestra geografía montañosa. Como fondo siempre escuchábamos unos reclamos estridentes y sonoros haciendo eco: ¡eran las grajas! Así se denomina a la chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) en el medio rural. Los pastores y lugareños a menudo hacen referencia a la “sima de las grajas”, a la “pradera de las grajas” o expresiones similares, ya que siempre se la ve en sitios muy concretos. El color negro del plumaje, el rojo intenso del pico y las patas, así como sus vuelos acrobáticos hacen de este córvido una de las aves más emblemáticas y llamativas de la alta y media montaña de las cordilleras de la Península Ibérica.
Su particular ecología, en lo referente al uso de recursos tróficos y a su sedentarismo, tanto en los lugares de nidificación como en los bandos de invernada, hacen que la chova piquirroja sea especialmente sensible a cambios en los usos antrópicos del territorio. De hecho, está considerada como indicadora del estado de conservación de áreas alpinas y subalpinas dedicadas al pastoralismo tradicional y de los sistemas agrícolas sostenibles. Sorprendentemente es capaz de ocupar espacios urbanos en zonas en los que carece de espacios naturales como dormideros. Un caso único a nivel mundial es Segovia capital, donde se localizan dormideros en diferentes iglesias e incluso ocupan la catedral.
AUTORES
Jesús Martín Zúñiga, biólogo, es director técnico del Servicio de Producción y Experimentación Animal del Centro de Instrumentación Científica de la Universidad de Granada e investigador en diversos proyectos dedicados a la etología y la ecología de las aves y al bienestar animal.
Mariano Guerrero Serrano es técnico de la Agencia de Medio Ambiente y Agua de Andalucía y forma parte del equipo técnico del Programa de Seguimiento de Fauna Amenazada y del Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada.
Francisco Contreras Parody trabaja como celador forestal en Sierra Nevada. Durante años se ha dedicado a la filmación y fotografía de especies como el lobo, el lince o el zorro, sobre los que ha hecho documentales y exposiciones. En la actualidad, se encuentra inmerso en un proyecto sobre la conservación de las aves esteparias.
José Miguel Barea-Azcón es técnico de la Agencia de Medio Ambiente y Agua de Andalucía y forma parte del equipo de coordinación técnica del Observatorio de Cambio Global de sierra Nevada. Su actividad profesional está vinculada a la gestión y a la conservación de la biodiversidad y al seguimiento de los efectos del cambio global en ecosistemas de montaña.