España y Ecuador han empezado a colaborar para formar a guardaparques del país sudamericano en trabajos verticales dirigidos a conservar la biodiversidad. En este contexto ha sido un hito el marcaje con emisor satelital de un águila harpía en la Amazonía ecuatoriana, en un territorio sometido a una fuerte presión humana.
Por Ruth Muñiz
Como una enorme bóveda vegetal, filtrando la luz y reteniendo la fuerza del viento, una red de hojas y ramas entrelazadas se extiende prácticamente inexplorada a más de treinta metros de altura. Acogiendo a multitud de organismos, muchos de ellos aún anónimos, en este estrato arbóreo bautizado como el dosel del bosque ocurren interacciones que son vitales para mantener el equilibrio de este sorprendente ecosistema.
En las alturas se escuchan otros sonidos y la luz llega con diferente intensidad. Algunas especies se han adaptado a vivir allí y otras raramente abandonan ese espacio. Aunque suene extraño, entre el mosaico de las copas de los árboles se forman senderos que utilizan muchos animales para llegar, por ejemplo, a los árboles frutales o que funcionan como corredores de vuelo para aves y murciélagos. El sustrato en la altura existente entre las raíces de epífitas y enredaderas genera microhábitats para miles de artrópodos de cientos de especies que sólo se encuentran en este escenario y que son prácticamente unas desconocidas para la ciencia.
AUTORA
Ruth Muñiz López, doctora en biología, dirige el Programa de Conservación del Águila Harpía en Ecuador (PCAHE), desde donde promueve acciones que apoyan a esta rapaz y su entorno y a las personas que conviven con ella. En los últimos años compagina esta tarea con la dirección técnica de gestión de fauna en el Aeropuerto Internacional “Mariscal Sucre”, en Quito (Ecuador), y su labor en la ONG Convive Natura.
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