Las marcas que los osos dejan en los árboles con sus mordiscos y arañazos, en concreto los machos adultos en época de celo, podrían ser una forma de comunicación nunca antes detectada en mamíferos carnívoros. Un estudio realizado en la Cordillera Cantábrica confirma la relevancia de estas señales visuales para los osos.
Por Vincenzo Penteriani, Alfonso Hartasánchez, María del Mar Delgado, Enrique González-Bernardo y Andrés Ordiz
Para comunicarse con sus congéneres en diferentes contextos, y por una variedad de razones, los animales usan señales, a veces simples y otras más elaboradas. En ocasiones estas señales son simplemente más difíciles de comprender, porque no son siempre tan evidentes para nosotros, los humanos.
El estudio de la comunicación animal es uno de los campos de investigación más complejos. Los científicos hemos creído durante mucho tiempo que diversas especies animales, en particular aves y mamíferos crepusculares y nocturnos, empleaban vías de comunicación basadas exclusivamente en el sonido (como el aullido de los lobos) y las señales químicas (como heces, orina y secreciones de glándulas corporales). Pero como destaca el zoológo Eric Warrant, "nuestra propia capacidad bastante limitada, junto con sentimientos injustificados de superioridad sensorial, han nublado nuestras expectativas con respecto al poder de la comunicación visual de otros animales".
AUTORES
Vincenzo Penteriani es investigador del csic y reparte sus investigaciones entre el museo nacional de ciencias naturales y la cordillera cantábrica. Es miembro de la International Association for Bear Research and Management (IBA) y del Grupo de Expertos en Osos de la UICN, además de editor asociado de la revista Ursus. Recientemente ha coeditado el libro Bears of the world: Ecology, conservation and management.
Alfonso Hartasánchez Martínez es naturalista del Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas) y, desde 1985, es el responsable para esta ONG del seguimiento del oso pardo y sus problemas de conservación.
María Del Mar Delgado Sánchez es investigadora del CSIC en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad, con sede en Mieres (Asturias), y trabaja en diferentes aspectos de la ecología, evolución y comportamiento de la fauna salvaje de montaña.
Enrique González-Bernardo es investigador postdoctoral en el Grupo de Ecología Evolutiva de la Fauna Mediterránea de la Universidad de Granada. Ha realizado su tesis doctoral sobre el comportamiento y la ecología del oso pardo cantábrico.
Andrés Ordiz Fernández es profesor en la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales de la Universidad de León y su investigación sobre grandes carnívoros se ha centrado en la Cordillera Cantábrica y Escandinavia. Es miembro de la IBA y del Grupo de Expertos en Osos de la UICN, además de editor asociado de la revista Ursus.
Cuatro de los autores pertenecen al Grupo de Investigación del Oso Cantábrico
Correo electrónico:
Vincenzo Penteriani
v.penteriani@csic.es
Vídeos complementarios al artículo:
Tres grabaciones de fototrampeo, aportadas por los autores del artículo y difundidas por el canal de Youtube del Museo Nacional de Ciencias Naturales, recogen el momento en el que diferentes osos en su hábitat de la Cordillera Cantábrica se rascan en árboles y los descortezan.