Las maravillas de la convergencia evolutiva nos muestran que, ante parecidas condiciones ambientales, la respuesta de los organismos es limitada. Parece claro que existen constricciones marcadas por la genética, la estructura corporal e incluso la configuración del organismo: no hay insectos del tamaño de rinocerontes, ni animales que se desplacen con miembros en forma de ruedas. Pero sí encontramos planes corporales que muestran características comunes en organismos muy distantes, producto de su evolución en ambientes y nichos ecológicos similares.
Por Luis de Luque
Si algo sorprendente tiene la vida es la variedad de formas y conductas de los organismos. Se han descrito 1'3 millones de especies vivas, aunque el número real podría llegar a los 8'7 millones. De ellas, 950.000 son animales (la mayoría insectos), 200.000 plantas y las demás son algas, hongos y protozoos. Si añadimos las especies fósiles, habría que incluir otras 300.000, aunque, sin duda, el número de las que poblaron el planeta y después desaparecieron es inmensamente mayor. Todas ellas tienen y tuvieron formas distintas, cada una perfectamente adaptada a su ambiente y a su propio nicho ecológico. Tiempo han tenido de diferenciarse, eso es verdad. A lo largo de más de 3.000 millones de años (Ma), la vida ha evolucionado y se han sucedido millones de generaciones adaptadas a continentes, océanos, climas y atmósferas cambiantes. En este tiempo, la evolución ha seguido su camino de especiación y de extinciones, en ocasiones dramáticas, con la desaparición de más del 90% de las especies en los casos más extremos, para después volver a diversificarse aún más.
AUTOR:
Luis de Luque Ripoll es geólogo y acumula una amplia experiencia sobre yacimientos paleontológicos y arqueológicos de distintos periodos. Ha participado en proyectos de investigación sobre dinosaurios, mamíferos cenozoicos y homínidos pleistocenos, tanto en España como en África oriental. Actualmente desarrolla su labor investigadora en la Universidad de Alcalá, donde se centra en el estudio de la llegada de los primeros Homo sapiens al centro de la Península Ibérica durante el Paleolítico Superior.
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